La conmovedora lucha de Thiago Luque contra la leucemia

Tiene 4 años y es de Lomas. En marzo le diagnosticaron la enfermedad. Hizo distintos tratamientos en el Garrahan, pero lo que lo salvó fue la médula que le donó su hermano. Claudia, su madre, celebra su mejoría.

Claudia todavía recuerda cómo se le vino el mundo encima cuando los médicos del Hospital Garrahan le dieron la noticia que le cambiaría la vida. Su hijo padecía leucemia linfoblástica aguda tipo T y tenía que empezar con la quimioterapia. "Fue horrible. Pensaba que se iba a morir. Lloraba y no escuchaba a los doctores", asegura ahora mucho más tranquila que Thiago ya está recuperándose en su casa de Lomas de Zamora.

Para que eso fuese posible, el nene tuvo que pasar por infinidad de tratamientos, punciones, tomar decenas de pastillas. Pero lo que lo salvó, cuando la enfermedad parecía que se complicaba, fue que su hermano, Lautaro de 5 años, le donó médula. El trasplante se lo hicieron el 5 de noviembre pasado. Y tras 88 días de internación, su cuerpo empezó a responder y Thiago ya recibió el alta. Ahora tiene que hacerse controles.

"Es muy valiente mi hijo", jura Claudia y repasa todo lo que soportó: "Cuando íbamos a las internaciones, la oncóloga me decía que entendía todo (...) A mí me partía el alma cuando lo pinchaban y decía 'uno más y ya está, ¿no?". Hoy Thiago todavía tiene colocada una sonda nasogástrica por la que se alimenta y está volviendo a aprender a caminar. Como estuvo mucho tiempo en cama, le cuesta mover las piernas.

A mí me partía el alma cuando lo pinchaban y decía 'uno más y ya está, ¿no?'

La casa en la que vivían tuvo que cambiar su organización. Por la pandemia, Thiago tiene que estar resguardado en una habitación. Claudia, su pareja, Nahuel, y Lautaro duermen en el comedor. Los cuidados son extremos. "Si bien él no tiene las defensas bajas, si le agarra Covid es muy riesgoso", explica la mujer. Salvo ellos tres y su abuela, el resto de la familia no puede ver directamente a Thiago. Lo hacen a través de una ventana.

Claudia y Nahuel tuvieron que hacer un esfuerzo enorme para adaptarse a esta nueva realidad. Como viven en una casa precaria, los médicos le recomendaron que hicieran el revoque, colocaran piso de cerámica y pintaran el cielo raso. "Con los dos IFE que cobré lo hicimos. Plata que entraba, plata que iba para eso", cuenta. También recibieron ayuda de vecinos, conocidos que hicieron rifas y colaboraron con lo que pudieron.

La cuarentena hizo las cosas mucho más difíciles para la familia. Por el parate, Claudia tuvo que dejar de trabajar en La Salada y su esposo, en la construcción. Esta semana, por suerte, Nahuel consiguió entrar en una obra. Pero ella no pudo regresar a su rutina ya que le prohibieron estar en contacto con mucha gente para no contagiar a Thiago.

Para salir adelante, a pesar de que cobra la Asignación Universal por Hijo, la mujer comenzó a vender rosquillas caseras. Un poco porque dice que no puede quedarse sentada y otro poco porque quiere poder darle todo lo que necesita a Thiago.

Su preocupación ahora pasa en cómo conseguir la medicación para su hijo. Los papeles que inició en el Servicio Social por ahora "están en trámite". El nene cuando empezó el tratamiento, tomaba 16 remedios. Ahora toma ocho y esos se los tiene que proveer el Incucaiba. También debe consumir una leche especial que le entrega el Garrahan.

El resto de su alimentación, que también está indicada, la solventa con la tarjeta Alimentar: "Con eso le compro la carne, el yogurt y un queso que debe comer y cuesta $420". Aparte, el Municipio de Lomas de Zamora, a través del Jardín de Infantes N° 8 de la localidad de Villa Lamadrid, le entrega un bolsón con mercadería, cada 15 días.

Y así Claudia sigue adelante. Por su nene, por todo lo que la luchó y sobre todas las cosas porque él "no pierde la sonrisa". "Me llena el alma. Todos los días le sigo pidiendo a la Virgen María que lo siga cuidando", cierra.

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