El sueño de volver a ser

De puño y letra. El Instituto Modelo Saint no pudo sobreponerse a la crisis de 2001 y cerró. Todavía hoy exalumnos y vecinos de Temperley esperan por su regreso. 

La vuelta a clases en Lomas de Zamora -y en el resto del Conurbano- se sigue dilatando. Días atrás, la Dirección General de Escuelas informó que los distritos donde la situación sanitaria permite el "progresivo retorno a la presencialidad", las aulas se podrían abrir este 26 de octubre. Claro que en Lomas, como en muchos otros distritos, el regreso de los chicos al colegio todavía parece lejano.

Hoy me gustaría escribirles sobre una escuela el Instituto Modelo Saint. Queda en Temperley. Y tiene una rica y larga historia para contar. ¿Me acompañan?

Todo empieza a fines del siglo 19, en una quinta llamada "Los Pervenches", ubicada en lo que hoy la calle Esmeralda al 500, al Este de la estación. Unos años después, un empresario llamado Enrique Saint compró la residencia, en la que vivió en las décadas de 1910 y 1920. Aquel vecino se dedicaba al chocolate y había fundado en Barracas la primera fábrica de ese rubro en el país, en 1880. De hecho, cuentan que fue un ave que vivía entre los frondosos árboles de la quinta la que le dio origen al nombre: "Águila". ¿Les suena? Seguramente: durante décadas, Águila Saint fue una marca registrada, un símbolo y el nombre del chocolate en la Argentina.

La quinta del chocolatero fue pasando de manos y con los años se terminó convirtiendo en una de las tantas escuelas privadas de Lomas. El Instituto Modelo Saint fue fundado en 1962 por una sociedad de docentes, entre los que se destacó Ricardo Bertora. La institución ganó prestigio en poco tiempo: por sus patios pasaron muchas generaciones de vecinos que usaron el recordado uniforme azul oscuro con detalles en amarillo, blanco y gris. El edificio tuvo varias ampliaciones y reformas, donde funcionaron los niveles primario y secundario. El jardín estaba sobre la misma cuadra, a pocos metros.

El Saint funcionó durante décadas sin problemas, educando a miles de chicos del barrio, pero a fines de 2003, cuando todavía se sentían las secuelas de la crisis de 2001, el colegio cerró sus puertas. Deudas, juicios y diversos conflictos societarios y familiares hicieron que el enorme edificio de Esmeralda fuera abandonado y quedara en ruinas. 

Pero desde hace unos años, comenzaron las obras de la mano de nuevos propietarios, que buscar reabrir el colegio, aunque con otro nombre. Esto les devolvió la esperanza a exalumnos y vecinos que esperan su reapertura desde hace 15 años. Hoy, quien pase por Esmeralda al 500 se encontrará con un largo y altísimo paredón que esconde los recuerdos de las generaciones que se educaron en esas aulas, que ojalá pronto vuelvan a estar llenas. 

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