Desde hace 40 años vende café en las calles de Lomas y se ganó el cariño de todos

orgullo y sacrificio. Hugo empieza a fabricar el café a las 4 de la mañana, sale a vender a las 8 y termina el día a las 20, de lunes a sábado. Recorre Laprida y Boedo. 

Hugo y su arte para servir café Una profesión a la que le tomó cariño con el tiempo

Crédito: Eduardo Alfaro.

Hugo y su "arte" para servir café. Una profesión a la que le tomó cariño con el tiempo.

Los comerciantes de Laprida y Boedo ven pasar a Hugo Romero (54) con su carrito desde hace cuatro décadas. Y cuando hace mucho frío, verlo es casi un oasis porque con su café, riquísimo por cierto, recorre estas calles principales y les quita el frío a cientos de vecinos. Si bien reconoce que el trabajo es muy sacrificado porque arranca temprano y está mucho tiempo en la calle, remarca que quiere llegar a los 50 años de oficio y que "la profesión se la va a llevar a la tumba".

Hugo empezó a transitar el rubro cuando era apenas un adolescente. "Yo no sabía ni hacer un cortado, pero empecé a trabajar igual. Me pagaban por comisión, mientras más vendía más plata me daban", dijo, dejando en claro que, a sus 14 años, lo que ganaba era bastante dinero como para rechazar la labor y retomar sus estudios en la escuela.

Yo no sabía ni hacer un cortado, pero empecé a trabajar igual. Me pagaban por comisión, mientras más vendía más plata me daban.

"Carlos Rojas era la persona que tenía el recorrido de Lomas y a quien yo reemplacé en aquel entonces. Es un trabajo sacrificado, empiezo a fabricar el café a las 4 de la mañana, salgo a vender a las 8 y termino el día a las 20, así de lunes a sábado", dijo Romero. Un gran ejemplo.

El cafetero admitió tener un secreto, que lleva a cabo hace 40 años, el cual lo ayudó a tener éxito en la venta del café. "No lo voy a revelar", dijo, entre risas.

"A lo largo de todo este tiempo, nunca grité para vender ni para atraer a los clientes. De todas formas, yo trabajo más con otro público, que es el del comercio", indicó sobre su manera de ganarse la vida.

Al ser consultado sobre anécdotas o recuerdos que le regaló la profesión, Hugo contó cómo el café sirvió para forjar una relación amorosa: "Un chico me compraba el café a mí en Laprida para mandárselo a su chica. Sé que hoy están casados". Además, rememoró cuando, en varias oportunidades, vendió varios vasos para todos los empleados de un comercio, todo gracias a un buen acto de alguno de los jefes.

Es un trabajo sacrificado, empiezo a fabricar el café a las 4 de la mañana, salgo a vender a las 8 y termino el día a las 20, así de lunes a sábado.

También se detuvo a pensar en su cliente Francisco y a su colega Aníbal Olmos, quien comenzó vendiendo café y llegó a ser un querido comerciante de Lomas, pero que desde el año pasado ya no se encuentra presente físicamente.

Hugo contó que está casado con Lili y que, juntos, tienen tres hijos y una nieta. "A ellos siempre les di todo y estuve a su lado, puedo decir que nunca les faltó nada", sostuvo, con gran orgullo. Para finalizar añadió: "Mi idea es llegar a los 50 años en la profesión. Este trabajo me lo llevo a la tumba".