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Homenajearon a María Eugenia Álvarez, la enfermera de Evita

En el aniversario del fallecimiento de Juan Domingo Perón. La vecina, que vive en el barrio Los Álamos de Glew fue declarada personalidad destacada de Almirante Brown y este lunes recibió la visita del intendente, Mariano Cascallares.

María Eugenia Álvarez es parte de la historia viva argentina, pero pocos la conocen. Esta mujer, de 92 años, vecina del barrio Los Álamos de Glew, fue el ángel de la guarda de Eva Perón hasta sus últimos minutos. Fue su enfermera personal, su guardiana, su compañera y quien recogió sus últimas lágrimas antes de que pasara a la inmortalidad.

Álvarez, que se desempeñó como regente de la Escuela de Enfermeras "7 de Mayo", fue homenajeada por el intendente Almirante Brown, Mariano Cascallares, en el 45º aniversario del fallecimiento del expresidente Juan Domingo Perón. En su casa, donde vive desde 1988, recibió en manos del jefe comunal y de sus colaboradores más cercanos un ramo de flores y la ordenanza que la declara personalidad destacada de la ciudad.

“Estoy muy agradecida por el reconocimiento, aunque no sé si lo merezco”, señaló con la humildad que la caracteriza María Eugenia, que durante el encuentro compartió anécdota que incluyeron a Evita, al expresidente Perón y sus años como enfermera.

Álvarez se convirtió en enfermera con solo cuatro años de estudio en la escuela. Todo lo que sabe lo aprendió “con la experiencia, leyendo y hasta mirando películas”, cuenta.

A los 15, ingresó en el Hospital Rivadavia donde llegó atender hasta 30 partos en un día. Y a los 17 recibió la noticia que cambiaría su vida: iba a cuidar a la mujer del Presidente.

“Haber vivido con Eva fue una etapa muy fuerte en mi vida, muy cierta, muy real. Ella fue una inmensa mujer para la Argentina, que pensaba solamente en su Patria”, subrayó.

De los últimos días con Evita, rescata la fortaleza y la entereza para mantener su actividad a pesar de todo y continuar con las reuniones con los miembros de la Fundación Eva Perón, con quienes planeaba la construcción de obras sociales, entre otras cosas.

De la noche del 25 de julio de 1952 recuerda cuando Eva Perón tuvo un último rapto de lucidez y compartió una última conversación que le quedó grabada. “La ayudé a ir al baño. Se lavó las manos y mirándose al espejo dijo: ‘Ya queda poco’. Y yo le dije: ‘Sí señora, falta poquito para ir a la cama’. Ella me contestó: “No María Eugenia, a mí me falta poco’".

“Volvimos despacito caminando y la acosté. La arropé bien, puse la ropa de cama debajo del colchón. Fui volando a buscar al médico y le expliqué lo que había pasado. Le tomó el pulso, la revisó y le hicimos un inyectable. Nunca más escuché la voz de Eva Perón”, contó.

Con dedicación y humanismo, Álvarez la acompañó hasta los últimos minutos. Quizá por el legado que recibió de ser una testigo privilegiada de la historia, María Eugenia reveló que los últimos minutos de Evita fueron al lado de su marido. “El General Perón amó a esa mujer. El día que murió, Perón lloró como no vi llorar a ningún hombre en mi vida”, confió.

Desde entonces su relato es testimonio vivo del libro grande de la historia argentina.

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