Rubén, una vida dedicada al ferrocarril y al bandoneón

personajes de la ciudad.

Trabajó 23 años en el tren y cuando aceptó el retiro voluntario no se quiso alejar de la estación de Temperley y fue por más: hoy le aporta su música.

Ya es parte del paisaje de la estación de Temperley, nadie lo puede negar. Una melodía de bandoneón invita a abstraerse de la vorágine cotidiana y suspenderse en el tiempo por lo menos unos instantes. Rubén Osiniri (72) musicaliza la estación de Temperley y cosecha sonrisas y suspiros de miles de pasajeros.

Rubén repartió su vida entre el ferrocarril, donde trabajó más de dos décadas y la música. Entre sus mejores recuerdos y logros más sentidos figura haber tocado con Osvaldo Pugliese, un grande arriba y abajo de los escenarios.

“Tenía a mi tío bandoneonista y él me acercó a Pugliese, tocaba con él cuando el bandoneonista estaba enfermo o necesitaban a alguien. Era muy bueno tocar con él, espectacular. Y era verdad que todos los músicos cobraran igual que el maestro, era una garantía tocar con él. Era muy buena persona y ahora está la hija, Gigi, que también es muy buena”, remarca Rubén, cerca de los bullicios de los que van y vienen, de los que corren el colectivo o buscan el primer vagón del tren para viajar un poco más cómodos.

Este músico llegó de Bahía Blanca a Buenos Aires con muchos sueños por cumplir. Primero vivió en Floresta, cerca del Parque Avellaneda. Y después recaló en Temperley. “En el ferrocarril empecé en la oficina de personal en Constitución, luego pasé a Temperley, al sector de boleterías. Después de 23 años acepté el retiro voluntario del año 1974, cuando empezaron a reestructurar todo”, recuerda Rubén, y agrega: “Había que agarrar lo que te daban”.

Pero al retirarse no se fue de la estación físicamente, sino que eligió ese lugar para tocar el bandoneón porque ahí “tenía muchas amistades” por el tiempo que le dedicó a su trabajo.

Además de tocar en la estación, toca en Re-Fa-Sí y en Peñas porque la música mantiene viva la estación y confirma que para viajar no es necesario tomarse un tren: basta con cerrar los ojos e imaginarse en una milo

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