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Los Arctic Monkeys, entre la anarquía de "Fluorescent adolescent" y la confusión adulta de "Star Treatment"

LOLLAPALOOZA. La banda británica se presentó ante casi 100 mil personas en el Campo Argentino de Polo, luego de un lustro sin pisar suelo argentino.

Los británicos Arctic Monkeys complacieron anoche a casi 100.000 personas que estaban hambrientas por escucharlos, luego de un lustro sin verlos sobre suelo argentino y del encuentro intimista que se había propiciado en el otro escenario central Sam Smith.

En esta ocasión, la visita de la banda que comanda el vocalista y guitarrista Alex Turner se enmarca en la presentación de las canciones de “Tranquility Base Hotel & Casino” (2018), trabajo sucesor del impecable “AM”, publicado cinco años antes y en el que los músicos dieron rienda suelta a la imaginación dejando de lado las estructuras.

Después de los últimos recitales que ofreció en Córdoba y Buenos Aires en 2014, el cuarteto, que se completa con el guitarrista Jamie Cook, el baterista Matt Helders y con Nick O'Malley en el bajo, decidió sumar Sudamérica en la gira y anoche, en San Isidro, cautivó a sus seguidores desde el primer sonido hasta el último.

A través de un repertorio que contempló cerca de una veintena de temas y se extendió por una hora y 45 minutos, los músicos recorrieron 17 años de creaciones y regalaron una lista con extremos vaivenes emocionales que permitieron definir dos momentos bien marcados en la historia de la banda con “Suck it and see”, lanzado nueve años después de su formación y que se ubica como punto de inflexión.

El muchacho engominado que vestía campera negra de cuero y gafas de aviador -una estética que era algo así como una combinación de características de Johnny Cash y Elvis Presley- le puso voz a canciones de los primeros tres álbumes de su discografía, más rockeros y furiosos.

Las infinitas subjetividades sintonizaron sus intensidades cuando escucharon las primeras notas de “I Bet You Look Good on the Dancefloor” y “Dancing shows”, del álbum debut; “Brianstorm”, de “Favourite Worst Nightmare”; y “Library picture”, de “Suck and see it”, aunque no fueron los únicos.

El combo de indie rock también decidió jugar con los decibeles: se dejó llevar por composiciones de “Tranquility Base Hotel & Casino” e hizo real temas como “One Point Perspective”, el que titula el álbum y “Four out of five”, entre otros lo fi como “Why'd You Only Call Me When You're High?”, del halagado “AM” o "Cornerstone, de “Humbug”, sin dejar ningún trabajo fuera del show.

“Sigo teniendo fotos de amigos en la pared/Supongo que ya no somos realmente amigos/Tal vez nunca debería haber llamado/Amistoso a eso, en absoluto”, entonó Turner en inglés y el público se iluminó con las pantallas de celulares: “The Ultracheese” -otra canción del último disco- composición con reminiscencias a la música de Frank Sinatra y que recorre elementos del jazz y aires bluseros, parece también haber aunado almas nostálgicas.

Esa letra, como las que integran su sexto y más reciente disco, marca un momento crucial del cuarteto de Sheffield que se entiende por la introspección y la reflexión, tal vez de la edad: parece haberse peleado de la manera más animal con el universo pero también parece haber comprendido, finalmente, por qué o cómo suceden las situaciones.

Es que los adolescentes que por el 2007 estrenaron “Fluorescent adolescent”, ya no tienen nada que ver con los músicos que anoche estuvieron sobre el escenario principal.

Con luces sobrias y una estética visual detalladamente cuidada a través de las imágenes que se proyectaban en ambas pantallas a los márgenes de las tarimas, los Monkeys por momentos construían cuadros dignos de quienes se involucran de lleno en lo que hacen y de pronto, lo que los rodea en su mundo, se desvanece; en esa ecuación, el estatismo no resulta un detalle menor, resulta un estado.

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