La Unión | Maestro ciruela

Jugando al distraído

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Entre las distintas clases de alumnos que habitan las aulas del territorio argentino hay una especie en particular que nunca falta y que es un clásico en el mundillo educativo: el alumno distraído, aunque puede definírselo de otras formas, según las épocas, las modas o las zonas geográficas.

Ese tipo de alumnas y alumnos son los que siempre están en la recóndita Luna de Valencia o en Babia, como se decía en el siglo pasado, o “en otra”, como se puede decir hoy en día sin mandarse al frente como un antiguo.

En clases siempre están perdidos (o colgados de una imaginaria palmera) en sus pensamientos o hasta suelen quedarse dormidos durante la hora de la materia que les resulte más tediosa. Es ese chico que nunca hace las tareas encomendadas y si las realiza, se las olvida en su casa, muy probablemente en la mesa de la cocina, sobre una repisa o en algún punto recóndito de su hogar.

También suele ocurrir que sus demás compañeros (inclusive sus propios amigos) no quieran hacer grupo de trabajo con él porque suele olvidarse el material para exponer y termina perjudicando al resto con su conducta.

Es el típico y clásico alumno que ante una pregunta cualquiera del docente responde “¿Qué?”, “¿Cuándo?”, “¿Dónde?”, “¿Cómo?” o “¿Me habló a mí?”. Este cuelgue genera las risotadas colectivas de sus compañeros y el reproche constante de quien está al frente de la clase a los distraídos de siempre, destinados a no querer cambiar más.

En su propio mambo, también se olvidarán de hacerles firmar a sus padres el permiso para una salida educativa planeada desde hace semanas y se quedará mirando lacónico por la ventana cómo el resto del curso se sube al micro que los llevará a esa excursión.

La clase de Educación Física no será la excepción. Siempre se quedarán mirando el techo cuando reciban un pase en un partido de handbal y por su desatención pierdan esa pelota que termina en un gol del equipo rival, lo que les generará un reproche en masa de sus compañeros. “Despertate che. Dale, dejá de pavear”.

Además, que se ubiquen cerca de las ventanas del aula que dan a la calle es una tentación extra para la distracción siempre latente. Pueden quedarse mirando cualquier situación que ocurra en la vía púbica varios minutos.

“¡¿Cómo que hoy había prueba?!”, brama el distraído o distraída cuando escucha a la profe diciendo en tono monocorde “Tema 1, tema 2” y comenzando a dictar las consignas de un examen del que casi todos estaban enterados desde hacía semanas. El distraído es así: tómalo o déjalo.

 

 

 

 

 

 

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