La Unión | Maestro ciruela

Faltadores compulsivos

Gajes del oficio.

El concepto  de ausentismo alude a la inasistencia de una persona cualquiera a un lugar donde debe cumplir con una obligación o desarrollar una función determinada. Escolar, por su parte, es todo aquello vinculado a la escuela y a su entorno.

Aclarados los tantos, podemos hablar ya de ausentismo escolar, sin mayores rodeos y metiéndonos en un tema que ocurre aquí, allí y en todas partes.

Este tema escabroso no es otra cosa que el fenómeno que refiere a la no asistencia de los estudiantes a las clases que deben tomar de acuerdo a sus respectivos cursos y en horarios y lugares determinados. Existe un tipo de ausentismo escolar que tiene justificaciones claras y también faltazos reiterados por causas por lo menos dudosas, que hacen que el alumno se ausente más de lo debido.

Son esos estudiantes que cada vez que el preceptor toma lista se produce un coro de grillos cuando indican su nombre y que dan cuenta que otra vez no vino a clase. Por suerte, algún compañero grita un “no vino”, para se siga tomando lista al resto del curso.

Sin problemas económicos y sociales y tampoco de salud a la vista, esos estudiantes deciden no venir a clase y a otra cosa, como evadiendo esa responsabilidad sin culpa y como algo natural.

Además, se la pasan jugando con fuego con el límite de inasistencias que los dejará libres, generando que se lleven a examen todas y cada una de las materias.

Cuando uno los da casi por perdidos, reaparecen como si nada, y a veces no le pierden pisada a los contenidos tratados, porque se la rebuscan para conseguir todo lo que se fue haciendo en el aula.

Incluso no suelen desentonar en las calificaciones, ni son líderes negativos y tampoco conflictivos con los docentes y autoridades, se limitan a pegarse sus buenos faltazos y punto.

Verlos en el aula causa una grata sorpresa, un hecho fuera de lo común que merece ser celebrado, como si se tratara de un invitado especial y no de un alumno más.

Y sí, cuando aparecen se llevan todas la miradas y la atención, a pesar de que prefieran pasar absolutamente desapercibidos.

Cerca de fin de año, a sabiendas de sus múltiples inasistencias, no faltan aunque llueva y truene, y tampoco corren el riesgo de llegar tarde o no ir a educación física.

Como buenos hijos de rigor, al ver que pueden pasar el límite permitido de faltazos, se transforman en Sarmientitas y Sarmientitos, esos de asistencia perfe

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