La Unión | Maestro ciruela

El buen compañero

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Nadie se hace bueno en la juventud, en la madurez o en la vejez. Quizás alguna que otra excepción se pueda encontrar perdida por ahí, pero no es lo habitual de la regla.

La bondad desinteresada arranca desde la edad más temprana, bien de pibe, y se pone de manifiesto durante los largos años de la escolaridad, desde jardín y hasta que se termina la secundaria.

Incluso ese sentimiento sigue vigente en la universidad y más allá también.

En clase es el considerado como la “buena compañera” o el “buen compañero”, un rótulo que no es moco de pavo y no hay que subestimarlo ni ahí.

Esos alumnos que cada vez que se hace una elección para elegir al más bondadoso ganan por escándalo se ruborizan cuando les dan el resultado tras contabilizar los papelitos con los sufragios de sus pares, a pesar de que el boca el urna ya los daba como ganadores en su rubro.

El buen compañero es respetado por todos, se hace querer como nadie y lo quieren, por igual, desde la portera a la directora. El brabucón más temido jamás le tocará un pelo, los líderes lo respetarán y hasta los indómitos de las últimas filas lo tendrán en un pedestal.

Incluso los más tímidos querrán hablar con él, o ella, y los engrupidos del promedio perfecto le tendrán una alta consideración, a pesar de que este buenazo no tenga un boletín plagado de 10 en todas las materias.

Además, este buen compa tratará de mediar en conflictos internos, intentará separar a los que protagonizan una escena de pugilato en el patio, les dará consuelo a los que sufrieron un bochazo de órdago en una mesa de examen, y acercará posiciones cuando nadie se ponga de acuerdo para armar una salida o un plan colectivo, como elegir dónde ir en el Día de la Primavera o por qué compañía optar para hacer el viaje de egresados a Bariloche.

También extenderá esta conducta para con los profesores, preceptores, auxiliares y autoridades. Hasta el pibe de la fotocopiadora o la señora del bufet saben que es un buen compañero. De hecho, todos lo saben.

En otro gesto que los enaltece, cuando hay más de un buen compañero, no compiten entre sí y se unen en una sana amistad y para trabajar conjuntamente en pos de la armonía entre el resto del curso.

Además, claro está, no hay diferencias de género y hay buenas compañeras y buenos compañeros por igual, en un pacífica y feliz convivencia, complementado su labor en cada clase y en cada grupo. Estos alumnos hasta tienen cara de buenos y desde una legua se hacen evidentes sus características positivas, casi no pueden evitarlo.

El buen compañero es lo más y además jamás falta uno en alguna clase de cualquier punto de la Argentina, siempre hay un buen compañero para darle un fuerte abrazo al grito de “Todos para uno y uno para todos”.

 

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