La Unión | Maestro ciruela

A John Keating con cariño

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En la extensa historia del Séptimo Arte los docentes y los trabajadores de la educación en general fueron interpretados por doquier en incontables películas, pero ninguno de ellos será como John Keating.

Este personaje era el excéntrico profesor que encarnó Robin Williams en “La sociedad de los poetas muertos”.

Este gran actor, con una frondosa filmografía, falleció hace cuatro años, el 11 de agosto de 2014.

Ya sé, no me digás, tenés razón, que es altamente probable que algunos salten con el obvio argumento que afirma que John Keating era un sólo un personaje de ficción.

Y que además la realidad educativa está muy lejos de ese multipremiado film de 1989 y de su personaje estelar, ¿pero a quién no le gustaría treparse a su escritorio ante la sorpresa de los alumnos?

Aunque el personaje fue mucho más allá de treparse a los pupitres, eso termina siendo una acción más anecdótica que otra cosa.

Mr. Keating en sus particulares clases les dio un aventón para que suelten sus verdaderas vocaciones a esos chicos subyugados por los mandatos familiares de los sectores más recalcitrantes y conservadores de la sociedad de los Estados Unidos de fines de los ‘50, la época en la que está ambientada la película.

Con la poesía como disparador y con el machaque incesante del Carpe Diem, ese bendito vivir el momento, este alocado educador logró descantonar y que vean un poco más allá a los alumnos de esa escuela, sólo apta para varones.

Este docente terminó ganándose el cariño y la admiración de todos sus alumnos, aunque los directivos lo hicieron injustamente responsable del hecho trágico y lo pusieron de patitas en la calle.

Si bien es difícil dar con el paradero de algún John Keating en cualquier escuela del mundo, son muchos los docentes que se aflojan la corbata y se animan a soltar algunos métodos, quizá no tan convencionales, con los que logran que su curso se interese más de la cuenta por los contenidos de la materia.

“La sociedad de los poetas muertos” ganó un Oscar al mejor guión, que fue escrito por Tom Schulman, basado en sus experiencias en la Academia de Montgomery Bell en Nashville, y tuvo otras tres nominaciones.

Al margen del éxito en las taquillas, la peli se convirtió en un clásico y se ganó un lugar inoxidable en la cultura popular.

 

 

 

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