Vuelve la pizzería Las Carabelas: la historia de una esquina emblemática de Lomas 

se viene. Hay gente trabajando en el interior del local y un cartel que buscan personal. Pero esta esquina, Acevedo y Boedo tiene muchos detalles para contar. 

Días atrás, cruzando el centro de Lomas de Zamora, me alegré de ver movimiento en la esquina de Acevedo y Boedo. Más que movimiento: había obras en el interior de Las Carabelas, la mítica pizzería que cerró sus puertas hace tres años. Y aunque todavía no se sabe demasiado, todo parece indicar que el local reabrirá pronto porque hay un cartel que dice que buscan personal (camarero, ayudante de cocina, etc)

Cada vez que paso por esa esquina recuerdo lo mismo: cuando era adolescente, tras la hora de clases en mi querido colegio ENAM de Banfield, una de las salidas obligadas era ir a comer pizza a Las Carabelas. ¡Todas las semanas! En esa época todavía estaba muy lejos de existir el polo gastronómico que hoy se conoce como Las Lomitas; y la muzza al molde de Las Carabelas era una toda una leyenda en la zona, una verdadera delicia.

Con los años, leyendo sobre la historia de Lomas y preparando mis columnas para La Unión, me enteré que por más antigua que parezca, la pizzería cubre sólo una parte de la historia de ese edificio: la de Boedo y Acevedo es uno de los rincones más reconocidos de nuestra ciudad. 

Lomas tuvo en sus inicios muchas pulperías y fondas, aquellos establecimientos que nacieron en nuestro país durante la época colonial con el impulso de los inmigrantes españoles. Estas postas eran una pausa en los campos desolados de la llanura bonaerense y se podían encontrar en todas las localidades próximas a la ciudad de Buenos Aires. Una de ellas, claro, era la aclamada fonda de los Vascos que estaba, claro, en Boedo y Acevedo.

Aquella fonda fue construida a fines del 1800 como un lugar de reunión y comida para los lecheros vascos de la zona. En ese entrañable edificio se reunieron tanto vecinos ilustres como desconocidos: políticos, profesionales y periodistas locales, entre ellos don Luis Siciliano, quien fuera un prestigioso director de La Unión, pasaron mañanas, tardes y noches en la pulpería y vivieron anécdotas inolvidables.  

El primer dueño de la pizzería fue don Jacinto Viviane, pasando por varias manos hasta Alonso "Pepe" Colotti, quizá quien le dio mayor impulso como templo gastronómico de la zona.

Al igual que el resto de nuestra ciudad, el paso del tiempo fue transformando aquella fisonomía pueblerina y la fonda de los Vascos no fue la excepción. A mediados del siglo pasado, Las Carabelas tomó la posta. El primer dueño de la pizzería fue don Jacinto Viviane, pasando por varias manos hasta Alonso "Pepe" Colotti, quizá quien le dio mayor impulso como templo gastronómico de la zona. De vez en cuando me gustaba darme una vuelta, pedirme una grande de muzza (¡al molde, siempre!) para recordar las viejas épocas y ponerme a mirar a los otros clientes. Espero que podamos volver a hacerlo pronto.