Otto Schmidt, el pionero del contenido erótico

mundos personales. El fotógrafo austríaco tuvo un prolífico negocio con sus fotos de desnudos y hasta supo cómo gambetear a la censura de su tiempo. 

El Museo Leopold de Viena, en Austria, le dedica una muestra a la figura Otto Schmidt, un fotógrafo que vivió entre 1849 y 1920 que hizo un gran negocio con el envío de postales a todo el mundo y se convirtió en un pionero de la distribución de contenido erótico.

La muestra se titula "El negocio de la copia" y es una exposición en la que el Museo Leopold de Viena exhibe 329 objetos que analizan la fotografía profesional del Siglo XIX a partir del trabajo de Schmidt.

Otto Schmidt, que dirigió uno de los estudios de arte fotográfico más grandes de Viena, creó alrededor de 4.000 fotos de paisajes, edificios y retratos.

De todos modos, su negocio más rentable fueron los desnudos, con más de 8.000 reproducciones enviadas a los más distantes puntos del globo. 

Según la legislación de aquellos tiempos, el estudio del fotógrafo tenía que solicitar permiso a la Policía para poder publicar sus fotos y venderlas firmadas por el autor.

A pesar de estas restricciones, Schmidt ocultó la mayor parte de su producción a las autoridades, que aunque permitían producir y poseer fotografías de desnudos, prohibían su distribución al entender que atentaban contra los valores de la sociedad.

Fue así que el fotógrafo vienés continuó produciendo y distribuyendo clandestinamente esas imágenes, aunque sin firmarlas, por Europa, América y Asia.

Las presentaba en postales, pero también con catálogos que permitían luego al interesado hacer encargos de copias de las fotos.

Enviar tarjetas de este tipo era especialmente arriesgado tanto para quien la adquiría, que podía ver su compra confiscada, como para el distribuidor, que arriesgaba ser llevado a juicio por vender imágenes "lascivas".

Ni lerdo ni perezoso, para evitar esa censura, Schmidt vendía las fotografías a través de distribuidores especializados que publicaban catálogos de desnudos, también de fetiches, para que clientes de todo el mundo eligieran las imágenes que querían comprar.

Estas tomas también eran ofrecidas en espacios públicos, como parques de diversiones y publicitadas bajo el mensaje "fotografías para hombres" en las revistas. La forma más elegante de camuflar las imágenes eróticas era mediante libros de estudios de fotografía, pues no sólo incluían desnudos, sino también paisajes, edificios o artesanías.

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