Las vías, un cruce peligroso y la historia del Loco Bragueti

DE PUÑO Y LETRA. Tras el parate obligado por la pandemia, se reanudaron los trabajos en varios puntos de Lomas. El tránsito se complica en las horas pico, pero es algo muy necesario, que todos vamos a agradecer en el futuro. 

El cruce de Loria - Ayacucho

El cruce de Loria - Ayacucho.

Son días de obras en las calles de Lomas de Zamora. Tras el parate obligado por la pandemia, en los últimos meses se reanudaron los trabajos en varios puntos de la ciudad. El tránsito, claro, se complica en las horas pico, pero es algo muy necesario, que todos vamos a agradecer en el futuro. 

Quizás el proyecto actual más importante es del bajo nivel de Loria y Ayacucho. El nuevo túnel, que se sumó en las últimas semanas al de Rincón-Vieytes en Banfield (también hay uno proyectado para el año que viene en 14 de Julio-Avellaneda en Temperley), permitirá evitar las grandes congestiones en el centro de Lomas y prevenir los accidentes que se pueden ocasionar en ese cruce, de vital importancia tanto para como conductores como peatones por su cercanía con la estación. 

El cruce de las vías en Loria siempre fue un lugar riesgoso. Y hoy les voy a contar una historia que da cuenta de ello. El protagonista de la columna es un viejo y pintoresco personaje que décadas atrás era conocido en todo el barrio: el Loco Bragueti. 

En realidad, el verdadero apellido del vecino era Fridman. Inmigrante ruso que llegó a nuestra zona en la década de los 40, se instaló en la zona de la plaza Grigera. Pintor de profesión, Bragueti tenía problemas con el español, pero en los bares no tenía problemas para hacerse entender: no es secreto que le gustaba mucho tomar alcohol. Gracias a su impecable saco blanco, en los años 50 y los 60 era muy fácil reconocerlo cuando caminaba por las calles Manuel Castro, Rivera, San Martín, Pereyra Lucena, Azara y Sáenz.  

Resulta que Bragueti era un asiduo asistente de los almacenes (así se llamaba a los bares de hoy en día) de la zona, adonde iba a tomar casi todas las noches. Allí, entre copas, el Loco hizo una apuesta, de esas que surgen cuando hay mucho alchohol en sangre: Fridman debía que detener a un tren pescador que venía desde Mar del Plata a la altura de la estación de Temperley. De lograrlo, sus amigos le iban a comprar una pizza grande de muzzarella y? una botella de vino.  

El tema es que nuestro personaje, con mucho ímpetu pero poco razonamiento, no tenía un plan para lograr el objetivo ni contaba con la ayuda de nadie. No se hizo drama y la hizo fácil: se paró en medio de las vías con su saco blanco y levantó los brazos bajo la luz de la luna. No se sabe si al pasar la estación de Temperley el tren sufrió algún desperfecto, pero el maquinista alcanzó a frenarse unos metros antes de arrollarlo. El Loco se salvó y ganó la apuesta. 

Fridman no pudo con su genio. Pasó un tiempo y nuestro amigo quiso repetir la experiencia. Está vez subió la apuesta: tres pizzas y tres botellas de tinto. El lugar elegido para el desafío fue la curva que existe llegando a la estación de Lomas, sí, justo antes de Loria. Bragueti se paró en las vías y repitió su estrategia, levantando los brazos. Lamentablemente, el tren venía como una tromba, no logró frenar a tiempo y lo atropelló. Un final más que anunciado. 

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