La bandera de Banfield en las montañas más altas de la tierra

Pasión sin fronteras. Tomás Ceppi es guía de montaña e hincha del Taladro. Por su trabajo pudo llevar los colores desde el Everest hasta el Kilimanjaro y el Aconcagua.

La de Tomás Ceppi es la historia de un argentino (y, en especial, un banfileño) que, sencillamente, no se resignó a ser uno más. Su oficina son los picos más altos del planeta Tierra y no le alcanzan los dedos de las manos para contar las escaladas al Monte Everest, el Kilimanjaro, el Aconcagua o los Alpes Suizos.

Hoy con 41 años, es guía de montaña hace 15 y un profesional en los terrenos más empinados del mundo. Desde su Choele Choel natal empezó de chico a vincularse con estos relieves y su naturaleza, y el tiempo lo fue llevando hasta lugares donde solo algunos pocos humanos lograron poner un pie. En ese camino hasta iniciar la carrera para dedicarse a esto, sintió el calor del Sur del Conurbano Bonaerense donde forjó su pasión por el verde y blanco, por herencia familiar. "Toda mi familia era hincha de Banfield. Mis abuelos vivían en Escalada y en Temperley y desde chico fui a la cancha. Inclusive cuando me mudé a Cipolletti, recuerdo que una vez jugó Banfield ahí y les llevamos cajones de manzanas a los jugadores. Presencié ascensos, recuerdo muchos partidos en la cancha y tuve la posibilidad de estar en la Bombonera la tarde que salimos campeones", contó.

Esa semana histórica, Tomás se encontraba trabajando en el Aconcagua. Pero el amor por el Taladro pudo más. "Me acuerdo que llamé a mi jefe y le dije: 'Busca otro guía porque yo me voy a ver el partido'. Y lo entendió. Era la primera vez en nuestra historia que estábamos tan cerca de salir campeón, no podía faltar. Es un recuerdo imborrable y un vínculo con mi viejo porque en Río Negro no son tantos los hinchas y solo podía compartirlo con él. Ese día terminamos medio borrachos y festejando por todo Banfield", relató.

Tomás vive -literalmente- de la naturaleza. Dos veces escaló el Everest, cuatro el Kilimanjaro, siete el Vinzon en la Antártida, y unas 20 el Aconcagua. A eso hay que sumarle decenas de otros cerros de entre 7 mil y 5 mil metros de altura. La lista de países recorridos es interminable y no tiene tanta lógica horizontal; por el contrario, él va para arriba y por encima de las nubes.

Eso de llevar banderas a la cima de la montaña es algo habitual. Las de Argentina y la de Banfield suelen estar presentes, aunque el emblema que más lo acompaña es el mate.

"Sé que puede sorprenderle a quien no hace esto todos los días, pero con el tiempo uno se va acostumbrando y toma esto como un trabajo. Lo mío se divide en dos partes: en lo profesional, si vamos al Everest con un cliente, uno no deja de ser el nexo o la herramienta para que esa persona concrete un objetivo entonces tengo que brindarle la seguridad en todo momento y bajarlo a tierra porque las emociones fluyen mucho ahí arriba. Hacia afuera uno tiene que ser un bloque de hielo porque es difícil de abarcar lo que te pasa cuando estas en la cima de una montaña. Distinto es cuando subo por placer: la primera vez que fui con un amigo al Himalaya, no podía ni hablar, lloraba, fue una explosión de emociones", explicó.

Esa primera vez, además, tuvo un condimento especial. Tomás venía de superar un cáncer de tiroides y tras una recuperación en tiempo récord viajó hasta Pakistán para sentirse más vivo que nunca. "Llevé una bandera de Actira, la asociación de personas con cáncer de tiroides, que está compuesta mayormente por señoras que padecen o padecieron esta enfermedad. Fue una manera de mostrarles toda mi gratitud por haberme acompañado en ese momento de mi vida. Y a nivel personal fue una sensación indescriptible y estoy vinculado para siempre con ellos", señaló Tomás.

Eso de llevar banderas a la cima de la montaña es algo habitual. Las de Argentina y la de Banfield suelen estar presentes, aunque el emblema que más lo acompaña es el mate.

"Es lo más simbólico que tenemos y siempre trato de mostrarlo cuando voy con clientes de Estados Unidos o Europa. Es nuestra cultura y no hay tantos argentinos en estos lugares para poder exhibirla", explicó.

¿Por qué alguien querría escalar la cima de una montaña? "Yo digo que cada uno tiene su propio Everest. Recuerdo haber acompañado a un señor de 82 años que escaló el Kilimanjaro con sus tres hijas. La montaña es una metáfora de vida más allá del lugar al que vaya o la cumbre que escale cada uno. No es tanto lo geográfico sino el proceso. Pensá que arriba tuyo no hay más nada cuando estas en la cima. Es un cruce de emociones, es algo que te moviliza por completo y yo tengo la suerte de poder acompañar a esas personas en, quizás, su momento de mayor felicidad en la vida. Soy un agradecido 100% a lo que hago y a poder haber alcanzado tantas cosas que nunca hubiera imaginado", concluyó.

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