Los molinos no paran de girar y son la atracción de los chicos

EN LA CALLE MEEKS. El lomense Alejandro Peralta tiene un puesto de garrapiñadas, pero lo que más llama la atención de los niños es el juguete que da vueltas gracias al viento.

Los molinos dan vueltas y llaman la atención de los chicos

Los molinos dan vueltas y llaman la atención de los chicos.

Los molinos giran y giran sin parar. Usan al viento de cómplice para dar vueltas y captar la atención de todos, especialmente de los más chicos, que se acercan al puesto de Alejandro Peralta para comprar el suyo, con su color favorito. El lomense de 29 años trabaja desde chico haciendo garrapiñadas, pochoclos y hasta copos de azúcar, pero lo que más atrae a los niños son los molinos. El vecino contó su historia y la del puesto ubicado en Meeks, además del legado que le dejó su abuelo: "Él quería que alguien de la familia siga sus pasos".

Alejandro tiene su puesto en Meeks 37 y trabaja todos los días de 9 a 19. "Hago garrapiñadas, pochoclos, tutucas, almendras, girasoles, copos de azúcar y manzanas caramelizadas. Con calor o frío, con días soleados o de lluvia, yo siempre estoy presente", se presentó Alejandro.

Hay un fabricante que los hace y nos los provee. Son de acetato, un plástico duro y resistente. Son un juego para los chicos, les gusta mucho y les divierte.

Pero el producto que más éxito tiene en su lugar de trabajo son los molinitos de viento, una atracción asegurada para los nenes y las nenas. "Hay un fabricante que los hace y nos los provee. Son de acetato, un plástico duro y resistente", reveló Alejandro, que adorna todo su puesto con los molinos de diferentes colores, muy llamativos a la vista porque giran a una velocidad impactante, además de ser un juguete económico ($100).

"Son un juego para los chicos, les gusta mucho y les divierte", admitió el lomense, testigo privilegiado de cada sonrisa en la cara de miles de nenes y nenas al momento de tener su molino de viento.

EL LEGADO

La dedicación por el rubro la aprendió de su abuelo, quien le enseñó todos los secretos para tener éxito en el trabajo. "Yo me crié con él y a los 14 años empecé a aprender, me explicaba con mucha paciencia los tiempos de cocción. Cuando tenía 17 ya me hacía cargo del puesto. Siempre fue un ambiente muy familiar", rememoró Peralta sobre sus inicios en las calles de Lomas.

Desde 1991 a 2011 nos situamos en la esquina de Meeks y Laprida porque era muy transitada, ahora ya estamos sobre Meeks. Siempre estuvimos por esta zona porque hay bastante viento, ideal para los molinos.

El puesto comenzó a funcionar en la entrada de la Galería Oliver, del lado de la calle Meeks, para luego pasar al otro extremo del corredor comercial, sobre Laprida. "Desde 1991 a 2011 nos situamos en la esquina de Meeks y Laprida porque era muy transitada, ahora ya estamos sobre Meeks. Siempre estuvimos por esta zona porque hay bastante viento, ideal para los molinos", contó Alejandro.

"Mi abuelo Daniel arrancó gracias a un señor llamado Agustín, que tenía su puesto en Laprida y Acevedo. Después se largó solo y siempre me decía que quería que alguien de la familia siga sus pasos", reveló Peralta sobre las charlas que tenía con su abuelo. Aquel deseo se hizo realidad.

Mi abuelo siempre me decía que quería que alguien de la familia siga sus pasos.

Alejandro admitió que una de las mejores épocas en cuanto a venta es en diciembre, más precisamente cerca de Navidad y Año Nuevo, y que "la gente nos compra muchas garrapiñadas, incluso para enviar al exterior".

"Actualmente vienen vecinos que conocieron a mi abuelo cuando eran chicos. Ellos se acercan al puesto con sus propios hijos y lo recuerdan", dijo, emocionado. Inmediatamente y para finalizar, sostuvo: "Él me dejó esto y es lo mejor que me pasó. Vivo gracias a este legado y lo valoro mucho. Mi hijo ya me dijo que quiere aprender y eso no tiene precio".