A propósito del suicidio de Ernest Hemingway

mundos personales. Hace 60 años se quitaba la vida el escritor, que perteneció a una familia donde hubo varios hechos similares. 

Ernest Hemingway, escritor y periodista estadounidense y uno de los principales novelistas y cuentistas del Siglo XX, se suicidaba el 2 de julio de 1961, hace exactamente seis décadas, y ese hecho trágico dejó mucha tela para cortar.  

El episodio tuvo lugar el domingo 2 de julio de 1961, poco antes de las siete de la mañana en su casa de Ketchum, en la zona rural de Idaho. 

Ernest Hemingway se levantó de la cama donde dormía junto a su esposa Mary Welsh y poco después apareció cerca del mueble en el que guardaba sus armas con un disparo de su escopeta de doble caño en la frente. 

El jefe de la policía, Frank Hewitt, fue el primero en irrumpir en el lugar de los hechos. Él y la mujer del escritor se convencieron uno al otro de que había sido un accidente, descartando de plano la hipótesis de un suicidio. 

La noticia corrió como un reguero de pólvora y pronto a todos los medios del mundo la difundieron con este titular: Hemingway limpiaba su arma y se le disparó.

La idea del suicidio nunca fue aceptada por su familia. De todos modos, las pericias de balísticas, los rastros de pólvora en las manos, la forma en la que cayó el cadáver de la silla en la que se sentó, cambiaba esa mirada.

La investigación arrojaba como resultado que Hemingway, sin dejar ni un solo mensaje, sin tener aparentes motivos como lo tuvieron otros escritores, se había quitado la vida.

Haber vistos los horrores de las guerras mundiales y la Guerra Civil Española como periodista no habían nunca marcado un pensamiento existencialista en la escritura y en la vida del autor.

De todos modos, con el tiempo se fue descubriendo que la vida íntima del escritor era muy diferente a la pública.

Por ejemplo, el hombre que se ufanaba de su pasión por la caza y la pesca, de ser un deportista todo terreno, un seductor y un ícono de la cultura machista de su época, era un ser depresivo, que ya no podía escribir y no aceptaba la vejez que comenzaba a tocarle la puerta. 

Un golpe a la personalidad de Hemingway también fue el hecho de tener que abandonar Cuba. En paralelo, sospechaba todo el tiempo que el FBI monitoreaba cada paso que daba. 

Algunos estudios psiquiátricos, como el del doctor Christopher D. Martin, del Baylor College en Houston, aseguraron que su "dolencia tiene su raíz en un trauma que sufrió en su infancia cuando su madre lo vestía como niña y a veces lo llamaba con un apelativo femenino: Dutch Dolly. Por otro lado su padre, que tenía una conducta agresiva, fue quien le enseñó a manejar armas de fuego desde los cuatro años y se comportaba de manera violenta con sus hijos".

Para completar las conjeturas sobre posibles traumas, el padre del narrador se había suicidado de un tiro en la cabeza en 1928 y Hemingway culpaba de este hecho a su madre.

"La familia de Hemingway tenía una larga historia de trastorno afectivo y otros desórdenes relativos al suicidio que precedieron el nacimiento de Ernest. Se suicidaron al menos tres hermanos de su generación y se presentaron suicidios en las dos generaciones siguientes", escribió Yefferson Ospina, periodista de El País.

Veintiún años después de la muerte del autor, el 13 de septiembre de 1982, su hermano el también escritor Leicester Clarence Hemingway, 17 años menor que Ernest, luego de una larga enfermedad se dio un tiro en la cabeza. 

Este destino trágico de la familia no terminó ahí. Su nieta, la actriz Margaux Hemingway, se suicidó en la víspera del aniversario de la muerte de Ernest, el 1 de julio de 1996.

SUS OBRAS CUMBRES 

Hemingway obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1954, pero antes de eso arrancó su carrera como periodista en el Kansas City Star. Participó como conductor de ambulancias durante la Primera Guerra Mundial, experiencia que lo inspiraría a escribir "Adiós a las armas", en 1929. 

Mientras que "Por quién doblan las campanas" se basa en la Guerra Civil Española, que él cubre como corresponsal. 

Con "El viejo y el mar", que escribió en 1952 ya asentado en su finca de Cuba, país con el que entabló una profunda relación, obtuvo el Premio Pulitzer un año más tarde. 

"París era una fiesta" se publicó por primera vez en 1964, tres años después de la muerte del escritor, en base a los cuadernos que Hemingway llenaba en la década de 1920 en París.

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