La Unión | Maestro ciruela

Cosa de inquietos

Gajes del oficio.

Dicen los que saben que la hiperactividad es un trastorno heterogéneo, denominado “trastorno por déficit de atención con hiperactividad”, que se inicia en la infancia, más frecuente en los niños varones y que comprende un patrón persistente de conductas de falta de atención, hiperactividad o exceso de movimiento, e impulsividad o dificultad para el control de los impulsos.

También aseguran que la hiperactividad, entendida como un exceso de actividad o movimiento en situaciones que requieren calma,  e impulsividad, está interpretada como un estilo de conducta demasiado rápido y precipitado.

Está ahí estamos bárbaros y entendimos perfectamente esta explicación teórica que nos permite pasar mejor arropados al plano de la práctica, toparnos con esta cuestión al menos informados sobre el asunto, al mejor con una mínima noción.

Precisamente es práctica ocurre en las escuelas y es dónde jamás faltan unos cuantos alumnos hiperactivos, pero esos hiperactivos en serio.

Sin ser malos alumnos y tampoco con problemas de conducta y de convivencia con sus pares, su único tema es esa hiperactividad que se adueña de ellos y que no los abandona a sol y a sombra.

Quizá sin caer en la seriedad que tiene esta patología, estos alumnos son esos famosos inquietos dentro del salón de clases, que no pueden quedarse inmóviles jamás.

Desde el frente del curso se los idéntica de inmediato cuando  están golpeteando la lapicera contra la carpeta o haciendo algún movimiento similar con algunos de sus miembros, como moviendo la patita casi sin parar.

La ansiedad por el movimiento los puede y se lo puede ver pidiendo permiso para todo, incluso levantándose de su lugar, aún sin una misión por cumplir.

El recreo es un gran momento, allí pueden dejarse llevar para caminar por ahí y no quedarse quietos ni un segundo, ni siquiera en la cola del kiosco a la espera de que llegue su turno de ser atendidos. También la clase de Educación Física es su momento, ahí también moverse a gusto.

Sus respectivos padres también aseguran que esos chicos son igual de inquietos en sus hogares y en todas partes, por lo que se pueden descartar de plano sobre una cuestión sólo inherente a lo escolar. El tema es más amplio y vaya si lo es.

Esa hiperactividad desbordante exige de ciertas estrategias para que pueda ser canaliza por un buen camino y es ahí donde empieza el desafío.

También aseguran los que están empapados en el tema, que esos inquietos tienen mucho para dar y aportar y es cuestión de saber llevarlos por una buena senda, donde se sientan a gusto.

Hubo, hay y habrá unos cuantos inquietos en cada curso y sólo se trata de tener la estrategia corre

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