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“El silencio que se escucha en el club es estremecedor”

Por el Coronavirus. Marisa Hostettler, presidenta del Villegas de Escalada, contó cómo atraviesan estas semanas sin actividad. La entidad es una de las que cedió su espacio para atender a enfermos de Covid-19.

Desde mediados de marzo, los clubes de barrio del conurbano permanecen a puertas cerradas. Con esfuerzo, cada uno busca la manera de sobrevivir desde lo económico pero nada puede reemplazar el alma de estos lugares: el sonido de los chicos jugando.

Marisa Hostettler es presidenta del Club Villegas de Remedios de Escalada y lleva una vida dentro de la institución. Acostumbrada al ruido de estos pasillos, hoy se sorprende por el silencio y la oscuridad diaria. “Nunca pensé que iba a pasar algo así. Me pasó de venir y prender las luces y en una estructura tan grande no escuchar ni un ruido es muy fuerte. Acá estas todo el año renegando para que los chicos no corran en los pasillos y de golpe te encontrás con un silencio que es estremecedor”, contó.

Villegas recibe entre 600 y 800 vecinos por semana para practicar una docena de deportes. Desde marzo, solo algunos funcionarios visitaron la entidad. En este sentido, el club eligió ponerse a las órdenes de las autoridades sanitarias y brindarse frente a la posibilidad de que la pandemia de Coronavirus se expanda y sobrepase la capacidad de los hospitales. “Vinieron más de una decena de veces a verificar el lugar y encargarse de toda la parte de logística. Me saco el sombrero frente al trabajo que hicieron porque había que acondicionar todo el espacio y pensarlo en función sanitaria antes de siquiera armar una cama”, explicó.

En su formato de Centro de Atención Comunitaria, Villegas cuenta con 50 camas, además de luces de emergencia, acondicionamiento térmico y matafuegos ecológicos, y se selló todo el espacio dividido en la zona para médicos y ayudantes, y el sector específico donde irían los infectados. “Esperamos no tener que usar el salón para recibir a nadie y que esto solo sea un mal trago. Somos conscientes de que puede que haya que atender pacientes y, si es así, estamos preparados”, indicó Marisa.

La situación del club, como la de la gran mayoría, es delicada desde lo económico. Hoy, el 50% de los socios paga la cuota y la otra mitad, por distintos motivos, ha dejado de hacerlo. “Cobramos un arancel de $200 y mucha gente hoy no lo puede pagar. Y lo entiendo: están entre elegir comer todos los días o abonar la cuota del club sin poder utilizarlo. Es muy difícil para todos y vamos a necesitar una ayuda muy grande para salir adelante después de esto”, resaltó la presidenta.

“Somos un club mediano, con una estructura edilicia muy grande que es imposible mantener de esta forma. Por ejemplo, con la última tormenta y el viento que hubo se rompió parte de la pileta y no la podemos arreglar. Quedó así. Lo que tenemos lo usamos para pagar sueldos y algunas facturas chicas. Hoy contamos con un dinero gracias a la buena voluntad de la gente”, agregó.

Nieta de fundadores, contó anécdotas que marcan el ritmo de los clubes de barrio en general y del Villegas en particular. “Acá hacemos bingo, matiné, rifas. Desde que llegamos habíamos duplicado la cantidad de socios, hicimos un salón más y colocamos el piso flotante de la cancha. Pero todo es rebusque y un esfuerzo enorme de los dirigentes: los funcionarios deben entender que los clubes son manejados por vecinos que dejan su tiempo acá por amor, por sentido de pertinencia; no venimos por plata y dejamos de descansar o estar con nuestras familias por sostener a la institución”, remarcó.

Y culminó: “Nos ha pasado hace unos días de que nos llame un ex socio que hacía muchísimos años que se fue del club pero se enteró de las necesidades que estábamos pasando y depositó dinero en la cuenta. Ese hombre aún siente el cariño por el club que lo formó y por eso es tan importante que se ayude a sostener estas estructuras vitales para la sociedad

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