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Rescate emotivo: treinta años sin Miguel Abuelo

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Hace tres décadas fallecía este genial artista, un niño pobre que forjó su alma en la calle y que se convirtió en un fino poeta, que puso patas para arriba el rock argentino en los ’80.

El 26 de marzo de 1988, hace exactamente 30 años, fallecía en Buenos Aires Miguel Abuelo, una de las piezas fundamentales del inicio del movimiento del rock argentino y uno de los encargados de la renovación que tuvo el género en los ’80.

Hijo de una madre soltera, pasó parte de su infancia en un orfanato y otra parte en la calle, donde forjó su estilo de vida compradito y trashumante. Terminó la primaria tardíamente y a pesar de ser un pésimo estudiante, fue un lector voraz toda su vida.

Cercano al folklore, se topó con un emergente rock argentino en La Cueva y luego armó Los Abuelos de la Nada, la primera formación del grupo con Pappo como guitarrista, tomando el nombre de la banda de una frase de “El Banquete de Severo Arcángelo”, de Leopoldo Marechal.

Con esta banda editó un par de simples y luego otro más como solista. Al comenzar los ’70 dejó su carrera y se fue a peregrinar su Europa, donde se ganó la vida en múltiples oficios, desde trabajar en la vendimia francesa a hacer muebles en Londres.

En Europa también grabó “Miguel Abuelo et Nada”, su primer disco solista, convertido en una obra de culto y un tesoro para los coleccionistas de vinilos. Afincado en Ibiza, centro de diversión en los veranos europeos, decidió volver a la Argentina al conocer a Cachorro López y luego de pasar un tiempo en las prisiones españolas.

Miguel Ángel Peralta, su verdadero nombre, volvió a su país en el arranque de los ’80 y su nombre tenía total vigencia, para su propio asombro. Luego rearmó el grupo en su regreso, con su formación más exitosa, que incluía al joven tecladista Andrés Calamaro, el bajista Cachorro López, el guitarrista Gustavo Bazterrica, el saxofonista Daniel Melingo y el baterista Polo Corbella.

Con estos nuevos Abuelos hizo añicos la seriedad que tenía el rock argentino y rompió los moldes saliendo a escena con ropas coloridas y moviendo las caderas, un sacrilegio hasta entonces.

Totalmente autodidacta, su poesía podía emocionar, divertir y hasta generar una reflexión, sumado a su fino registro vocal y su histrionismo en escena.

Los Abuelos se fueron desmembrando y cambiando casi por completo su formación y en el medio Miguel pudo sacar un álbum solista, “Buen día, día”.

Con 42 años recién cumplidos, este genio comprometido con el arte con algo de duende, de poeta y de trovador, fallecía por complicaciones en una operación, agravados por su condición de portador de HIV.

 

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