NOSTALGIA Fue demolido a fines de los 60, víctima del progreso y del olvido. Pero esa esquina de Paso y Tucumán sigue en la memoria de muchos lomenses.
Antes de que Buenos Aires se transformara en ciudad moderna, las pulperías eran parte del paisaje cotidiano. Más de 300 funcionaban antes de 1810 solo en la capital del Virreinato. Algunas sobrevivieron en las afueras, convertidas en centros de encuentro para romances, desafíos y anécdotas que el tiempo volvió leyenda. La expansión urbana, sin embargo, las fue borrando del mapa.
En Lomas de Zamora, también hubo almacenes con peso propio. Uno de los más recordados fue El Tropezón, en la esquina de Paso y Tucumán. De construcción sólida y tamaño generoso para la época, tenía tres accesos y una vereda de ladrillos con palenques y argollas para atar caballos. La gente llegaba incluso desde lejos para hacer sus compras. Frente al local había un terreno amplio con un rancho de piso de tierra, que más tarde fue vendido y loteado.
La manzana completa, rodeada por las calles Tucumán, Paso, Larrea y La Rioja (hoy Almafuerte), pasó por distintas manos hasta que se levantó allí el primer almacén. Primero fue una construcción modesta, de chapas, que con el tiempo se transformó en un negocio fuerte y popular, conocido por todos en la zona.
A un costado del almacén funcionaba un gran galpón construido con materiales reciclados de un antiguo hipódromo de Banfield. No era raro ver movimiento constante de carros, clientes y animales. Pero El Tropezón no fue solo un lugar de encuentro: también fue escenario de hechos que aún hoy se recuerdan. Uno de ellos, trágico, fue el hallazgo de un joven asesinado de cuatro tiros en una zanja frente al almacén. Nunca se esclareció y quedó grabado en la memoria popular con una frase que aún resuena en Lomas: "cuatro tiros y a la zanja". También circularon historias oscuras sobre supuestos seres que rondaban de noche. Creer o reventar...
¿Y el nombre? "El Trompe" se ganó la fama por sus veredas altas y mal iluminadas, que hacían tropezar a más de uno. Otros creen que simplemente adoptó el nombre de moda, como otros negocios llamados El Tropezón en distintas partes de la ciudad.
En 1918, durante una nevada histórica, otro hecho insólito sumó mística al lugar. Un avión que volaba bajo y con problemas logró aterrizar de emergencia en un terreno de pasto cercano. El piloto salió ileso, pero el pequeño avión quedó enterrado en la nieve.
Fue recordado durante décadas como "la caída del avión". El almacén fue demolido a fines de los 60, víctima del progreso y del olvido. Pero en la memoria de muchos lomenses, El Tropezón sigue vivo.