historia local La huella del padre no sólo quedó marcada en la iglesia del barrio, también en el bautismo de una calle con su nombre.
Hace unos días se cumplieron 12 años de uno de los hechos más importantes de nuestra historia. El 13 de marzo de 2013, en una plaza San Pedro colmada por fieles de todo el mundo, Jorge Mario Bergoglio, un viejo conocido de los argentinos, dejaba de ser cardenal para convertirse en el Papa Francisco. Se trató, obviamente, de la primera coronación de ese tipo para un cura argentino y orgullo para todo el catolicismo latinoamericano.
La efeméride llegaba en días de preocupación por la salud del Sumo Pontífice. Hoy, por suerte, Francisco ya recibió el alta médica y se encuentra recuperándose, por lo que hay alivio. En este contexto me gustaría recordar la figura de quien fuera sin dudas el pastor de la iglesia Católica más influyente en Lomas: monseñor Schell.
Nacido en Alemania el 9 de octubre de 1897, Schell emigró a Argentina y fue ordenado sacerdote en 1922. En un principio desempeñó su función ministerial en zona norte, pero en 1931 lo trasladaron a nuestro distrito para ser el párroco de la Iglesia Nuestra Señora de la Paz, la actual catedral. Nunca más se fue.
Cuando en 1957 se creó la diócesis de Lomas, el padre era Vicario General, el segundo de la jerarquía eclesiástica a nivel diocesano. A pocos días de haber iniciado su trabajo pastoral, el obispo Filemón Castellano se enfermó y debió renunciar. Así, en 1958, designado por Pío XII, Schell se encontró con la ardua tarea de organizar la nueva diócesis, conformada por varios partidos.
Desde entonces y por más de 41 años, nuestras calles lo vieron caminar con su paso relajado y su figura robusta, con una mirada bonachona donde se destacaban sus ojos celestes. Su pelo rubio y lacio terminaba de constituir la típica fisonomía de los alemanes. Quienes lo conocieron lo recuerdan como un cura de pueblo, muy cercano a los vecinos. Y ese es su mayor legado.
Sus padres vivieron en Lomas, en una casa quinta ubicada en la calle Azara 275, vecina a la Municipalidad. Era una casona antigua, con un amplio jardín al frente, cerrado por una verja pintada de negro y separada por pilares de color amarillo.
Frecuentemente se veía a monseñor Schell visitar allí su familia. Pero su verdadera casa fue la Catedral. Para mí ese lugar representa mucho, porque fue ahí donde se casaron mis padres en 1958, donde me bautizaron, donde tomé la primera comunión y donde, en 1992, me casé con Silvia, la mujer de mi vida.
La huella del padre no sólo quedó marcada en la iglesia del barrio. El reconocimiento puede apreciarse aún en el homenaje que el Concejo Deliberante dispuso a poco de su muerte, en 1972, cuando bautizaron con su nombre a una calle del partido. Hoy Monseñor Schell nace en la avenida Alsina y las vías del tren, a cuatro cuadras de la estación de Lomas. ¡Hasta la semana que viene, amigos!