Sin vueltas Antes del estreno de su película biográfica, el popular artista británico confesó algunas situaciones de su agitada vida.
A principio del próximo año llegará a las salas "Better Man", la película que lleva al cine la vida de Robbie Williams en la que el artista es representado, desde su infancia hasta su consagración como gran estrella del pop, por un chimpancé creado por CGI.
Dirigida por Michael Gracey, en la película Williams aborda sus problemas familiares, sus inicios con la formación de Take That y también sus años de mayor autodestrucción con múltiples adicciones y ataques de pánico en los escenarios.
"He aprendido más de las drogas que en el colegio", afirma en una entrevista concedida a la agencia Europa Press en la que matiza que, lejos de hacer apología del consumo de ciertas sustancias, aquellos años oscuros le sirvieron para conocerse mucho más como persona y ganar en "inteligencia emocional" en una época en la que la que palabras como depresión, adicción o salud mental no estaban en la conversación como lo están hoy en día.
"No sugiero que las personas salgan y tomen drogas. Solo estoy diciendo que yo tuve la suficiente suerte de graduarme de esa escuela y dejarla atrás", expone artista británico.
Destaca que, además de "los muchos arrepentimientos", "la vergüenza" y "todas esas cosas malas", en esa época aprendió a tener "la inteligencia suficiente" para ser consciente de su condición. "Pude darme cuenta de que estaba matándome, de que yo era un adicto, un alcohólico y que reaccionaba de manera diferente a esas sustancias que el resto de la gente", señala.
Ese proceso de sanación y reconstrucción personal, que se refleja en el tramo final de la película, sigue a día de hoy cuando Williams reconoce que, "aunque mucho, mucho menos", sigue viendo a monos enfadados cuando sube a un escenario y sigue sufriendo en cierta medida el síndrome del impostor.