Fuerte historia Gladys Pérez es la fundadora del espacio de rehabilitación ubicado en Fiorito que, si bien sigue funcionando, necesita incorporar más profesionales que sigan su legado.
Detrás de la Asociación de Lucha contra la Drogadicción (ALUD) está la historia de Gladys Pérez, una vecina de Fiorito que tuvo la firme convicción de ayudar a las personas que luchan internamente contra las adicciones.
A sus 80 años, Gladys Pérez sigue trabajando a destajo en la entidad que fundó y que se encuentra en la calle Necol 277, con el objetivo de conseguir que otros profesionales se sumen a esta noble causa en la que ya logró acompañar a tantas personas en su objetivo de rehabilitarse.
En este contexto, esta grandiosa mujer tiene una meta entre ceja y ceja: rearmar el centro de rehabilitación con un buen equipo de profesionales. En estos días, busca trasmitir su experiencia ayudando a otros, mira por el espejo retrovisor y recuerda que, cuando llegó a Lomas, la solidaridad, de alguna manera, le salvó la vida.
"Soy de Aldo Bonzi y llegué a Fiorito escapando de una familia violenta junto a mi mamá. Luego, me case con un hombre sumamente solidario, que hacía festivales para los chicos en esta zona cuando no había nada, no llegaba nadie", contó en charla con La Unión. "Al caminar por el barrio comencé a ver chicos tirados en la calle que no entendía qué les pasaba", comenzó a contar Gladys que junto a su marido tenían en el centro de Fiorito un local de compra venta.
Así fue que Gladys Pérez comenzó a preguntar a sus vecinos si sabían lo que sucedía con esa gente tirada en las calles. "Me comentaron que se drogaban y yo no sabía ni lo que era la droga, así que comencé a investigar y también me contaron que tomaban pastillas vencidas que en ese entonces se tiraban en esta zona", detalló.
Gracias al movimiento social que fue generando el marido de Gladys Pérez, la gente del barrio la reconocía porque ella estaba en la organización de los festivales, desfiles y corsos que comenzaron hacer para los vecinos y para el público en general con el objetivo de dar a conocer a Fiorito.
Soy de Aldo Bonzi y llegué a Fiorito escapando de una familia violenta junto a mi mamá. Luego, me case con un hombre sumamente solidario, que hacía festivales para los chicos en esta zona cuando no había nada, no llegaba nadie. En ese contexto, al caminar por el barrio comencé a ver chicos tirados en la calle que no entendía que les pasaba
No obstante, un hecho que movilizó e impactó a Gladys Pérez fue clave para que comenzara a involucrarse de lleno para ayudar a las personas adictas. "Iba a la estación de Fiorito y vi allí a una nena de unos 12 años que no estaba en sus cabales. Ella iba con una damajuana que se le cayó y al ver que se estalló contra el piso se tiró encima de los vidrios y nadie hizo nada, pero me di cuenta que yo tampoco la ayude y eso me marcó para siempre y decidí involucrarme desde mi total ignorancia en ese entonces", relató la fundadora de ALUD.
De a poco habló con los vecinos y lo primero que pidió es que se sumaran personas que pudieran obsequiar parte de su tiempo para ayudar. "Puse un cartel en el local que teníamos con mi marido que decía: 'Si usted no tiene nada que hacer, pregunte acá'", recordó.
Cuando le llevaron a Gladys Pérez al primero de los adictos, ella fue lo más sincera posible con él, advirtiéndole que en ella reinaban un desconocimiento sobre el tema, pero que lo iba a escucha. Ese primer caso aún lo recuerda, "Era un chico de 15 años que la familia lo golpeaba, tenía rota la cabeza, estaba en un mal estado y así fue que comencé a atender a la noche a estas personas que comenzaron a llegar paulatinamente", reveló.
Gladys Pérez se quedaba hasta las 3 de la mañana escuchando cada caso porque en ese momento era lo único que podía hacer por esos chicos, luego con la gente que convocó comenzó a brindar distintos talleres. Los vecinos se convirtieron en profes. Cada uno brindaba un curso de lo que supiera hacer y llegó a tener 22 rubros en los que se anotaron más de 300 chicos.
Así comenzó con el proyecto que luego tuvo su propio lugar donde está ubicado hoy, el cual también fue construido a pulmón y gracias a la ayuda de muchas personas que colaboraron.
En tanto, Gladys Pérez comenzó a capacitarse en el tema, estudió, hizo un curso intensivo y se recibió de operadora en tóxico dependencia. También viajó a Europa para perfeccionarse y observar la forma de trabajo en otros centros de rehabilitación.
"Creo que todos tenemos una misión en la vida, no pasamos por acá porque sí y esta fue la mía porque hasta llegué a abrir un centro de rehabilitación en la localidad de Libertad con un equipo de muchos profesionales y ayudar a tantas personas eso es lo más gratificante", detalló Gladys.
EL DESEO DE GLADYS
Actualmente, Gabriela, la hija de Gladys Pérez trabaja en ALUD y será quien cuide el legado de la asociación, pero el deseo de la fundadora de este lugar es reorganizar la entidad, que puedan sumarse profesionales.
"Estamos necesitando psicólogos, psiquiatras y neurólogos, pero que sean especialistas en adicciones. Mi deseo es que se pueda abrir un hospital del día, pero lamentablemente no contamos con los recursos en este momento porque la gravedad en adicciones es doble ahora porque además hay mucha violencia", pidió Gladys Pérez que a sus 80 años quiere organizar un equipo para que este lugar siga funcionando porque entiende que socialmente hace falta.
Por eso, toda ayuda sirve para remontar este espacio que aún sigue dictando talleres gratuitos y colaborando en adicciones y en otros tipo de casos de violencia o problemática social que se presente.
"Soy una eterna soñadora y quiero cumplir una vez más con el objetivo que me propongo relacionado a que ALUD pueda seguir creciendo", concluyó convencida Gladys Pérez.