Sandro, del joven rockero de Valentín Alsina al mito eterno

rescate emotivo  Hace 78 años nacía el Gitano, un ídolo de varias generaciones que comenzó su carrera en su juventud y que conquistó a varias generaciones.   

Una grande en serio.

Su aceptación fue prácticamente unánime. Esa combinación de talento artístico, carisma en escena y la posterior cuota de misterio en la que recubrió su intimidad convirtieron a Sandro en una figura muy difícil de igualar. 

Esta mixtura de virtudes y características lo elevaron a ese inalcanzable pedestal, del que nunca se barajó la posibilidad de destronarlo.

Su nacimiento se produjo en la Maternidad Sardá, el 19 de agosto de 1945, en pleno barrio de Parque Patricios. De ahí a Valentín Alsina, el arrabal de su infancia y adolescencia.

 En esa casa de la calle Tuyutí comenzó a despuntar su talento bajo el mecenazgo de su madre y el rigor de un padre de origen gitano, del que heredó el apodo del nunca se despegaría.

ESCUELA DE ROCK 

El debut sobre tablas fue más bien accidental. En un acto escolar el niño Roberto debía hacer una fonomímica sobre un disco de Elvis Presley. Pero ocurrió algo fatal, una falla técnica impidió que continúe la reproducción del vinilo y completó con su propia voz lo que restaba de la pieza. Prueba superada.

"Yo me nutrí del rock. Gracias al rock dejé las calles, las navajas y las cadenas, y agarré una guitarra. Dejé las camperas de cuero y las pandillas. El rock me salvó", de esta forma describía aquellos iniciáticos en los que haría las veces del Elvis criollo. 

Junto a Los de Fuego grabaría por primera vez un disco, además de peregrinar por clubes y discotecas durante los fines de semana y recalar en la televisión, donde haría enfurecer a los puritanos con sus desenfrenados pasos de baile.

CAMBIO DE LOOK

Probablemente haya visto en el rock un techo demasiado bajo para sus aspiraciones artísticas. El viraje de género lo llevó a la música melódica y a ritmos fácilmente exportables al mercado latinoamericano. 

El cambio estético también fue significativo, del riguroso cuero pasó a vestirse de frac que lo adaptaba a los nuevos escenarios, aunque la calidad musical no desentonó en absoluto y se resignificó a través de nuevas armonías.

En sintonía con los ídolos de la canción anglosajona encontró en el cine el complemente ideal para los lanzamientos discográficos. Con esta faceta actoral colmó las salas en sus interpretaciones muy diversas, como automovilista, miembro de un clan gitano y hasta haciendo el papel de sí mismo.

La platea femenina deliraba en sus conciertos y sus productores le impedía aparecer en con una novia ante el público para no destruir del todo las ilusiones de sus fans. De todos modos la idolatría no se detenía en cuestiones de género, era admirado igualmente por la pareja de la mujer que acaba de lanzarle su prenda íntima. En este sentido, entre otros, se emparenta con el galés Tom Jones.

LA ERA DE LA MADUREZ

Afincado definitivamente en su casona de Banfield, reconvertida después en propio su estudio de grabación, sus apariciones en sociedad fueron disminuyendo. Ese ostracismo voluntario acrecentó el mito intra muros, que se rompía mágicamente en sus actuaciones. Sin necesitar demasiada difusión, rompió varios records de taquilla en teatros céntricos.

Este Sandro maduro utilizaba el oficio y sabiduría aportada por años para disimular alguna carencia vocal, sumada a que estos espectáculos estuvieron montados a la altura de las circunstancias y con la presencia de figuras invitadas. En estas funciones se comprobaba que el amor con su afición estaba intacto.

En los últimos años de su carrera su figura fue tomada por las nuevas generaciones como ícono "retro", tan en boga en estos días. Además los rockeros nacionales lo homenajearon con un disco tributo a sus canciones, demostrando que nunca se desprendió del todo de su primer género musical.

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