DE PUÑO Y LETRA Durante su época de oro, entre principios y mediados del siglo pasado, las compañías circenses se movían por todo el país dando muestras de su arte y divirtiendo a toda la familia.
Empiezan las vacaciones de invierno y el Conurbano vuelve a recibir a una de las atracciones con más tradición e historia: los circos. Cualquiera que haya recorrido el Gran Buenos Aires en las últimas semanas habrá visto alguna carpa enorme, decorada con carteles luminosos al costado de una avenida. Porque aunque muchos los den por extintos, los circos están más vivos que nunca. Eso sí: antes, mucho antes, la historia era otra...
Durante su época de oro, entre principios y mediados del siglo pasado, las compañías circenses se movían por todo el país dando muestras de su arte y divirtiendo a toda la familia. El GBA, por su gran población y su variada disponibilidad de espacios abiertos disponibles para la instalación de las enormes carpas, era entonces un destino más que atractivo para las presentaciones. Por eso, claro, era muy común, sobretodo durante el verano, la aparición de varios circos en Lomas. El procedimiento era el siguiente: entre enero y marzo, las compañías pedían permiso a las autoridades municipales para ofrecer su espectáculo. A veces se quedaban más de un mes.
Los lugares para instalarse eran los más accesibles para el traslado de la gente desde zonas vecinas. Uno era el predio comprendido por la esquina de Rivera y la avenida General Rodríguez (actual Yrigoyen), donde hoy hay una estación de servicio de YPF. Otro lugar donde se armaban las carpas era sobre la misma avenida, en el actual Círculo Católico de Obreros. También se usaba un terreno ubicado en la calle Alvear, entre Portela y Sáenz.
Además de contar con la autorización del municipio, las compañías debían sortear otra dificultad todavía más complicada que los trucos de sus acróbatas: los empresarios de los cines locales. Es que, preocupados por la competencia que les generaban los circos en el público familiar, hacían todo lo que podían para evitar que se instalen y les roben espectadores.
Quizás para los más chicos sea difícil comprender el fenómeno de los circos, pero si le preguntamos a cualquier abuelo que haya pasado por uno seguro hablará con una gran nostalgia por aquellos shows, los más impactantes de su época. Si bien los espectáculos con animales ya no son tan comunes por las estrictas legislaciones vigentes, todavía se puede disfrutar de geniales actuaciones, risas por doquier e increíbles trucos y acrobacias. Vale la pena darse una vuelta. ¡Hasta la semana que viene!