DE PUÑO Y LETRA Se presentó por primera en la ciudad a mediados de 1914, cuando su carrera recién empezaba a tomar vuelo. Fue en el café de Marchetti.
Gilda, el Potro Rodrigo, Gustavo Cerati... son varios los casos de ídolos populares de la música argentina que nos dejaron de un momento a otro, causando un dolor inmenso. Pero -siempre hablando de artistas- la muerte que más estupor causó en el pueblo de nuestro país ocurrió unas décadas antes y sin dudas fue la de Carlos Gardel.
Hace poco más de una semana días se cumplieron 86 años de aquel día tan triste: el 24 de junio de 1935 llegaban desde Medellín noticias que causarían un dolor colectivo muy profundo: el gran embajador del tango había perdido la vida al caerse el avión en el que viajaba junto a sus músicos durante una gira por Colombia. Su muerte se sintió en todos lados, porque era una estrella mundial. Pero mucho más en nuestro país, donde sus canciones eran verdaderos himnos.
Por supuesto que en Lomas de Zamora también hubo dolor. No solo por los miles de fanáticos que el zorzal criollo tenía en la zona, sino por el gran recuerdo que había dejado cuando visitó la ciudad en persona.
Los recitales de Gardel en Lomas fueron tres en total. Se presentó por primera en nuestra ciudad a mediados de 1914, cuando su carrera recién empezaba a tomar vuelo. Fue en el café de Marchetti, por entonces punto de reunión de payadores y cantores. El Morocho del Abasto llegó de sorpresa una noche antes del inicio de la Primera Guerra Mundial. Venía "al bardo", como tantos otros tangueros: luego de cantar algunas canciones, uno de sus acompañantes pasaba el platito o se rifaba una botella de licor.
Su segunda y tercera presentación en nuestro partido fueron a mediados de 1923, cuando él ya era todo un consagrado. Primero actuó en un festival que se hizo en el teatro Español, organizado por el club Los Andes. Sin embargo, quien llevó adelante las gestiones para que Gardel llegara al sur del Gran Buenos Aires fue el doctor Roberto Baliña (sí, el de la calle), amigo y compañero de truco. Según cuentan, aquella noche esperaron a Gardel a la salida del cine Empire de Corrientes y Maipú, en la Ciudad de Buenos Aires, y los trajeron a él y a sus guitarristas hasta el Teatro Español. El zorzal apenas cobró 40 pesos por su presentación.
Su segunda y tercera presentación en nuestro partido fueron a mediados de 1923, cuando él ya era todo un consagrado. Primero actuó en un festival que se hizo en el teatro Español, organizado por el club Los Andes.
Aquella noche, tuvo un gesto que todos recordaron por años: al ver a decenas de chicos que se quedaban sin poder entrar en el hall del teatro por falta de entradas o de dinero para pagarlas, el ídolo les pidió a las autoridades del lugar que los dejaran pasar gratis. Desde allí se fue directo al teatro Coliseo, donde también hubo un lleno total pese a ser una noche de tormenta.
Esto fue, queridos amigos de La Unión, mi pequeño homenaje a uno de los grandes símbolos de nuestro país. ¿Qué era uruguayo? ¿Francés? No importa. Lo que vale es que, como dicen, cada día canta mejor.