DE PUÑO Y LETRA En Pereyra Lucena e Hipólito Yrigoyen, donde está la estación de servicio, hay una placa de bronce que recuerda un lugar con mucha historia.
¡Hola de nuevo, amigos de La Unión! Para empezar, estoy muy contento con la recepción que está teniendo "Parar, mi nuevo libro". Por si les interesa y no se llevan bien con las compras online, les cuento que ya está disponible en varias librerías de Lomas de Zamora.
Eso, para un enamorado de mi barrio como soy yo, es un orgullo incomparable. Bueno, en realidad, vivo en Banfield (lo hice toda mi vida), pero suelo moverme por todo el distrito, como cualquier vecino. Gracias a que mi profesión me permite llegar a todas las casas del país y ser "conocido", la gente suele saludarme cuando me cruza. Soy ante todo un agradecido.
Hoy quiero dejar de lado mi libro y volver a las historias que tanto nos gustan: las de nuestro barrio. Viajemos acá cerca, a Pereyra Lucena e Hipólito Yrigoyen. Ahí, donde hoy hay una estación de servicio, una placa de bronce recuerda un lugar con mucha historia. Años atrás, en ese mismo punto de Lomas, las esquinas no eran cuatro, sino tres.
En 1852, mucho antes de que Lomas naciera como localidad, en el cruce del entonces llamado Camino Real y lo que hoy es Pereyra Lucena se levantó un almacén de ramos generales y despacho de bebidas. Se trataba de uno de los pocos parajes que había en la zona en aquella época, una suerte de oasis en medio del campo que les servía a los viajeros para descansar antes de seguir por el viejo camino en dirección sur.
En 1852, mucho antes de que Lomas naciera como localidad, en el cruce del entonces llamado Camino Real y lo que hoy es Pereyra Lucena se levantó un almacén de ramos generales y despacho de bebidas. Se trataba de uno de los pocos parajes que había en la zona en aquella época.
Los dueños del local, al que llamaron Las Tres Esquinas, eran Rafael Portela y Juan Amestoy, dos pioneros de Las Lomas, el nombre por el que se conocía a la zona por esos años. Muy activos políticamente, prestaron su almacén para que los hombres más importantes de la provincia se reunieran a discutir el futuro de esos terrenos. Justamente, en Las Tres Esquinas se decidió la construcción del templo parroquial (actual catedral), sobre Sáenz.
En Las Tres Esquinas se solían reunir Francisco Portela, su primo Esteban Adrogué, Anarcasis Lanús y otros vecinos destacados que impulsaban el progreso de la zona y la autonomía municipal. Como sus apellidos lo sugieren, todos terminaron cumpliendo su sueño unos años más tarde. De hecho, la autonomía de Lomas se logró el 10 de septiembre de 1861.
Pero el viejo almacén no era sólo el lugar de reunión de los vecinos más ilustres. Por allí también pasaban payadores, guitarristas, hombres a caballo y algún que otro bandido. Con el inevitable progreso, la construcción de casas y negocios sobre la avenida y la muerte de sus fundadores, Las Tres Esquinas fue perdiendo la vigencia hasta ser demolida en 1961.