La vida en el ring Con 38 años ya es una referente del deporte: da clases en el Club Olimpia, forma parte de Deportes Lomas y encabeza proyectos de inclusión para presos.
Romper con lo establecido, con las barreras propias, con las historias de cada uno. Ese es el camino que eligió Sol Bonfanti, una lomense de 38 años que hoy es una de las pocas entrenadoras dentro del mundo del boxeo.
Su vínculo con el deporte de los puños empezó desde chica, casi inconscientemente, y hoy es parte esencial de su día a día con clases en el Club Olimpia, en la Mesa de Deportes de Contacto del Municipio y en proyectos que lleva adelante con privados de su libertad en cárceles de la Provincia de Buenos Aires.
Por la pasión de su padre, rápidamente tuvo contacto con el boxeo. "Mi viejo era fanático y en particular de Mike Tyson, y yo era la única mujer de tres hermanos. Recuerdo que cada vez que había pelea, se vivía como un evento especial en mi casa, con una comida y la familia unida para ver el combate. Esos fines de semana eran un momento especial", contó.
De tanto ver peleas, lo que arrancó como una compañía a los gustos de otro, empezó a despertar interés en Sol que ya comprendía mejor el deporte al punto de poder analizar lo que pasaba en el ring. Claro que, esto no se condecía con las viejas estructuras de "lo que debería gustarle a una mujer". "Yo soy de la época de las nenas con las nenas y los nenes con los nenes. Pero nunca me gustó eso. Desde chica, no sentí interés por las muñecas o por comprarme un vestido. Entonces me juntaba mucho con varones y disfrutaba el acompañamiento de mi viejo que jamás me juzgó por mi elección, mis gustos o lo que fuera. Al contrario, me apoyaba en esa especie de rebeldía, de salir de lo establecido", explicó.
"Culturalmente tuve que sobrepasar adversidades y esperar momentos. No existían lugares para las mujeres y luché contra eso y lo conseguí"
A sus 16 años, el papá murió y ella continuó con su vida en España, en pareja y totalmente alejada del boxeo. Tras una separación y el regreso al Lomas natal, decidió reconectar con las raíces y empezar a practicar. "Me encontré con que era un bicho raro. Con 31 años, no había mujeres que boxearan en ningún club y convivía a diario con actitudes machistas. Tal es así que un día, después de cuatro años, me decidí a ir al ring con un hombre y me lastimó mal. Seguí insistiendo en otros clubes hasta que me lesioné y ahí pude darle lugar a lo que quería que era la docencia en el boxeo y, por más que me negaban la posibilidad por el simple hecho de ser mujer, empecé a hacerme camino. Un camino difícil porque nadie lo había hecho antes", relató.
Hoy, su realidad es la de una profesora full time. Recibida de la Federación Argentina de Boxeo, da clases para chicos de diferentes edades del Club Olimpia en la Plaza Libertad, las cuales intercala con su participación en el área de Deportes de Contacto del Municipio. "Culturalmente tuve que sobrepasar adversidades y esperar momentos. No existían lugares para las mujeres y luché contra eso y lo conseguí, era cuestión de esperar que llegara el momento y, mientras tanto, ponerle el cuerpo a los objetivos de uno. Hoy sigo trabajando por eso y en vez de vivir con bronca con las cosas que me pudieron haber pasado, decidí canalizarlas en algo productivo y sano como es el deporte", expresó.
A su labor diaria se suma un proyecto de reinserción de presos en el penal de Olmos mediante el Programa "Deportistas por la Paz". "La idea es que aprendan de boxeo, que muevan el cuerpo pero que también incorporen los valores del deporte, el esfuerzo, la constancia. Mi ejemplo es claro: yo tuve la oportunidad como la tienen todos y la agarré, con todos los padecimientos que pude haber pasado, pero me aferré, me preparé y hoy hago lo que me gusta. La idea es que ellos puedan ser entrenadores y, al recuperar la libertad, tengan una salida laboral en clubes de sus barrios, para no retomar el mal camino", concluyó.