DE PUÑO Y LETRA Casi 96 años atrás, la pequeña localidad fue el lugar elegido para vacacionar por una de las personas más famosas del mundo: Albert Einstein.
Pasar el verano -especialmente enero- en Lomas de Zamora no es lo ideal. Todos amamos a nuestro barrio, pero hay que reconocer que ahora, con el termómetro marcando 30 o más grados, la zona Sur del Gran Buenos Aires no resulta una opción atractiva para casi nadie. Pocos tienen en cuenta a Lomas y sus alrededores como un destino turístico viable durante el verano. Menos todavía los extranjeros, que por obvias razones prefieren la vida social de la Ciudad de Buenos Aires, la belleza natural del Interior o la comodidad de alguna casa en un barrio privado.
Sin embargo, como ya les he contado, esto no siempre fue así. De hecho, casi 96 años atrás, la pequeña localidad de Llavallol fue el lugar elegido para vacacionar por una de las personas más famosas del mundo. Les hablo nada más y nada menos que de Albert Einstein. ¿Cómo? Sí, aunque suene increíble, hubo una época en la que el célebre científico alemán vino unos días a descansar cerca de tu casa.
Para esa época, en Llavallol apenas había algunas casas quintas y mucho verde. La cabaña estaba ubicada en el lugar donde hoy funciona el Instituto La Milagrosa, en Moldes y Néstor de la Peña. Cuentan que el físico solía recostarse a leer y a tocar el violín antes de recorrer las calles de tierra al atardecer.
Fue en marzo de 1925. El físico más famoso había llegado al país invitado por el diario La Prensa, que le organizó una visita a la Universidad de Buenos Aires y reuniones con referentes de la ciencia y la cultura de la época. Entre esos referentes se encontraba el matrimonio Wasserman, que alojó a Einstein en su mansión de Belgrano. Tras asistir a varios agasajos y a dar charlas en la UBA, en Rosario y en Córdoba, el hombre que había revolucionado la ciencia al enunciar la teoría de la relatividad se quiso tomar una semana de descanso.
Fue entonces que los Wasserman, sus anfitriones, le ofrecieron la cabaña que tenían en el Sur del Gran Buenos Aires para que disfrutara de la tranquilidad de la zona. Einstein aceptó, claro, y se vino de vacaciones a nuestro partido.
Para esa época, en Llavallol apenas había algunas casas quintas y mucho verde. La cabaña en cuestión estaba ubicada en el lugar donde hoy funciona el Instituto La Milagrosa, en Moldes y Néstor de la Peña. Cuentan los historiadores que el físico alemán solía recostarse a leer y a tocar el violín en el pasto antes de recorrer las calles de tierra al atardecer. Los que lo vieron recordaban que siempre andaba con su traje gris y su enmarañada cabellera blanca, "algo distraído, sencillo, amable y con buen humor".
A Albert, dicen, le encantaba pasar por el viejo puente de la estación y sentarse a ver la puesta del sol. El lugar lo entusiasmó tanto que decidió extender unos días su visita y conocer más atracciones del sur. Así fue como llegó a visitar los agrestes senderos de Santa Catalina, donde hoy está la Universidad de Lomas, la plaza Grigera y el hotel Las Delicias de Adrogué. Pese a ser un personaje de la alta ciencia, Einstein no se quería perder de las actividades cotidianas de los lugareños, por lo que prestaba atención a todas las tareas rurales que los empleados de los Wasserman realizaban y hasta se quedaba charlando con ellos. En fin, un genio, en el sentido literal y figurado de la palabra.