A TRES AÑOS DEL HUNDIMIENTO Con el dolor a cuestas, Anabela Aguirre, esposa del lomense Enrique Castillo, uno de los 44 tripulantes del ARA San Juan, sigue reclamando justicia.
La última vez que hablaron fue el 8 de noviembre, por teléfono. Poco antes de que el submarino ARA San Juan zarpara de la Base Naval de Ushuaia. A Enrique Castillo, que no era submarinista, sino agente de inteligencia naval, sus superiores lo habían convocado 24 horas antes para que realizara una misión "de apuro". Anabela Aguirre, su esposa, hoy lo recuerda y todavía no lo puede creer. "En ese instante cambió todo", sentencia.
Para ella, recordar todo lo que pasó y lo que tuvo que vivir durante estos tres años "es muy fuerte". "A nosotros nos maltrataron siempre. Prueba de ello es que nos enteramos de lo que estaba sucediendo dos días después. Cuando la noticia ya estaba en los medios de comunicación", recuerda. El destrato, la desidia y los malos manejos del Gobierno de Mauricio Macri es algo que la "llenan de bronca".
Por eso siente que no puede bajar los brazos. "Estamos esperando que imputen a los responsables. Ellos son la cúpula de la Armada, y por supuesto el expresidente y el exministro de defensa Oscar Aguad", apunta.
La causa que investiga la desaparición, el hundimiento y el posterior fallecimiento de los 44 tripulantes del submarino avanza "muy lento" para Anabela. Recién dentro de dos semanas, la Cámara Federal de Apelaciones de Comodoro Rivadavia dictará una resolución después de analizar las 25 horas de audiencias en las que declararon, entre otros, los seis oficiales de la Armada que están procesados por el hecho.
Las querellas pidieron que se agraven las calificaciones de los oficiales procesados por la jueza federal de Caleta Olivia, Marta Yáñez, en primera instancia; y también solicitaron que se investigue y se cite a indagatoria al expresidente, al exministro de Defensa y al exjefe de la Armada Marcelo Srur. El pedido que fue acompañado por el fiscal Norberto Bellver.
Un testimonio fue clave para cimentar el pedido de los familiares. El contralmirante Luis López Mazzeo, titular de Adiestramiento y Alistamiento de la Armada, reconoció que las autoridades de esa fuerza y del Gobierno nacional tenían detectada la ubicación del submarino a solo 20 días de su desaparición, y así y todo ocultaron la información. El lugar era el mismo en el cual fue hallado el 16 de noviembre de 2018.
Este dato generó indignación entre los familiares.
Mientras la verdad se va a conociendo a cuenta gotas, la mujer del tripulante oriundo de Lomas de Zamora reconoce que le "cuesta" pensar que al final encontrará algo de justicia. "Ya estoy resignada", comenta. Así y todo, con el dolor a cuestas, jura que va a continuar por su hija, Lucía.
La nena, si bien hoy tiene 4 años (tenía 13 meses cuando todo sucedió), suele preguntar por su papá: "Le digo la verdad: que está en el cielo, en la luna", comenta, y ahí su voz se aclara.
Anabela quiere que su hija y las futuras generaciones sepan quiénes fueron los 44 héroes del ARA San Juan. Con esa idea, en su La Pampa natal, adonde volvió tiempo después de la tragedia, impulsó un proyecto para "homenajear a los 44 tripulantes y mantener vivo el recuerdo y los valores que hacen grande la nación".
La semana pasada viajó a General Pico, donde entregó una réplica del submarino ARA San Juan que se colocará en el Parque de los Caídos por la Patria. Esa misma placa se instalará también en Santa Rosa y en Punta Alta.
Este año, por las restricciones que rigen por el Coronavirus, no pudo viajar a Mar del Plata, donde este domingo se realizó el acto de homenaje central en la Plaza de Armas de la Base Naval. Allí los familiares recibieron una bandera argentina, un sable y también las jinetas, que son insignias del rango superior al que acaban de ser ascendidos post mortem. A ella se las harán llegar a Santa Rosa.
Más allá de que los homenajes admite que le "llenan el corazón", Anabela busca una manera de cerrar las heridas, y hoy no lo logra. "Hoy, a tres años, no tengo acta de defunción. Por ende no puedo cerrar mi ciclo, ni salir con la nena, ni nada. Lo retrasan. Primero (porque) eran presuntos fallecidos, eso llevó un año. Después porque no hay cuerpo, la verdad es algo de no acabar y seguimos dando vueltas sobre lo mismo", sostiene.
En el medio dice que parecería estar viviendo en "una película". "Es de no creer. Fuimos espiados, como si fuésemos terroristas. Durante bastante tiempo estuve muy perseguida", admite. "Yo fui una de las primeras que se dio cuenta del espionaje porque me habían borrado conversaciones, fotos e información porque 'Quique' no era submarinista", aclara.
Según dice, se tuvo que comprar un nuevo celular para investigar sobre lo sucedido con el ARA San Juan. "Me compré un celular paralelo porque además tenía el celular pinchado. Escuchaban mis llamadas", jura.
Hoy dice que puede "explicar todo acerca de un submarino", porque tuvo que estudiar para poder defenderse. "No sabía nada de cómo funcionaba. Enrique no era submarinista. Lo convocaron 24 horas antes", recuerda.
El suboficial no contaba con la preparación para efectuar una misión submarina, ya que fue convocado "de apuro" con un mandato específico de sus superiores: realizar tareas de inteligencia para establecer la localización e identificación de buques que pudieran encontrarse violando normativas internacionales en aguas argentinas.
"No sabía ni siquiera colocarse el traje de escape especial que utilizan los submarinistas, lo mandaron a una muerte segura", sostuvo uno de los letrados patrocinantes de su familia
En ese sentido, los abogados analizan la posibilidad de demandar al Estado por "homicidio culposo", ya que -entienden- a Castillo "le encomendaron una tarea para la que claramente no se encontraba preparado". Y es sabido que en la organización militar, un subordinado no puede negarse a cumplir con las órdenes que imparte la superioridad.