de puño y letra A fines del año pasado, de manera sorpresiva, Las Carabelas anunció su cierre. Golpeados por la crisis, sus dueños decidieron seguir atendiendo en el local de Laprida, más pequeño y con menos historia.
Cada vez que paso por la esquina de Boedo y Acevedo aparece el inconfundible sabor y la nostalgia: cuando era adolescente, al sonar del timbre y terminar las clases en mi querido colegio ENAM de Banfield, una de las salidas obligadas era ir a comer pizza a Las Carabelas. Al menos un día a la semana, con mis compañeros nos sacábamos el guardapolvo y arrancábamos a caminar hasta el centro de Lomas para cumplir con el ritual y deleitar nuestros paladares. En esa época, claro, todavía estaba muy lejos de existir Las Lomitas como polo gastronómico y la muzza al molde de Las Carabelas era toda una leyenda en la zona. Qué delicia...
A fines del año pasado, de manera sorpresiva, Las Carabelas anunció su cierre. Golpeados por la crisis económica, sus dueños decidieron seguir atendiendo en el local de Laprida, más pequeño y con menos historia. El de Boedo y Acevedo entró en reparaciones, sin más certezas sobre el negocio. La llegada de la pandemia, claro, fue otro mazaso y las obras se frenaron. Poco se sabe sobre lo que pasará en ese emblemático local en el futuro. Pero de lo que sí se sabe mucho es del pasado. Es que, por más antigua que parezca, la pizzería cubre sólo una parte de la historia de ese edificio.
Saben ustedes que Lomas tuvo en sus iniciosmuchas pulperías. Se trataba de establecimientosque nacieron en nuestro país durante la época colonial con el impulso de los inmigrantes españoles y funcionaban como una pausa en los campos desolados de la llanura pampeana. Había al menos una en todos los parajes próximos a la ciudad de Buenos Aires. Y ahí es donde llegamos a la esquina de Boedo y Acevedo: allí, mucho antes de Las Carabelas, existía la "Fonda de los Vascos".
Aquella fonda fue construida a fines del 1800 como un lugar de reunión y comida para los lecheros vascos de la zona.En ese edificio se reunierontanto vecinos ilustres como desconocidos:políticos, profesionales y periodistas locales, entre ellos don Luis Siciliano, quien fuera director de La Unión, pasaron mañanas, tardes y noches en la pulperíay vivieron anécdotas inolvidables.
El paso del tiempo fue transformando aquellafisonomía pueblerina y la fonda de los Vascos no fue la excepción. A mediados del siglo pasado, Las Carabelas tomó la posta para nunca más irse. El primer dueño de la pizzería fue don Jacinto Viviane, pasando por varias manos hasta Alonso"Pepe" Colotti, quizá quien le dio mayor impulso como templo gastronómico de la zona.
Aunque fue perdiendo clientela, la históricaesquina de Acevedo y Boedo, a mi juicio, seresistía a perder el encanto. Me encantaba darme una vuelta, pedirme una grande de muzza (¡al molde, siempre!) para recordar las viejas épocas y ponerme a mirar a los otros clientes. Ese sabor vivirá para siempre en los paladares de quienes la probamos. Te lo quería contar.