De puño y letra
Pensando en qué historia traerles hoy se me ocurrió olvidarnos un rato de la pandemia y buscar algo diferente, curioso, para despejar la cabeza. Saben lo mucho que me gusta contarles las historias de la gente que hizo importante a Lomas de Zamora. También las de las grandes instituciones y lugares de nuestro partido. A veces, incluso, sobre lo que ocurría años atrás en nuestras calles y avenidas, las que nosotros recorremos todos los días.
Pero hoy vamos con una historia distinta. Una simpática, alocada, insólita. Casi una anécdota, tan increíble como risueña. Es la historia de Romano "Tano" Pavoni, un inmigrante italiano que creyó haberse hecho millonario de un día para el otro gracias a un "tesoro" hallado en el parque de su casa. Vamos...
Los invito a viajar en el tiempo hasta principios de la década del 50. La atención de todos en el municipio se fijó en una vieja casona de la calle Pereyra Lucena al 1000, entre José María Penna y Almafuerte. La vivienda, que en esa época mostraba un frente con viejos pilares de ladrillo despintados y un fondo con vegetación muy crecida, había pertenecido a un importante personaje del tiempo de Juan Manuel de Rosas. Con el tiempo, la propiedad terminó en manos de Pavoni, un excéntrico inmigrante italiano que decía pertenecer a la nobleza europea y se vinculó a la política en la década del 40, militando en el Partido Conservador.
Es la historia de Romano "Tano" Pavoni, un inmigrante italiano que creyó haberse hecho millonario de un día para el otro gracias a un "tesoro" hallado en el parque de su casa.
Un día, Pavoni llamó a sus vecinos y e hizo un anuncio: "Encontré petróleo en el fondo de mi casa". ¿Cómo? Está claro que Lomas no era un polo petrolero, pero el Tano tenía pruebas: había hallado grandes piedras impregnadas de un líquido oscuro y viscoso mientras limpiaba su terreno, a poca profundidad. Nuestro amigo no tenía dudas: ese aceite era petróleo.
La noticia corrió como un reguero de pólvora. Hubo gran repercusión en diarios de todo el país y más de un lomense escarbó entre la tierra de su jardín en busca de su salvación financiera. Pavoni, por su parte, puso manos a la obra para sacarle provecho al "oro negro". Hizo venir a Lomas a ingenieros, técnicos y operarios para analizar el terreno y hasta compró costosas máquinas para la exploración. Las perforaciones, con metros y metros de caños, despertaron mucha curiosidad en la gente, que no podía creer que semejantes bombas estuvieran trabajando en pleno Conurbano.
Pese al escepticismo y las burlas de lo vecinos que cada vez desconfiaban más del hallazgo, el Tano siguió y siguió. Al fin y al cabo, creía que podía hacerse rico. Llegó a gastar una fortuna, pero la ilusión se fue desvaneciendo y la ciencia le terminó dando un baño de realidad: al parecer, ese aceite oscuro era fluído vinculado a los restos de animales muertos muchísimos años atrás. El petróleo, por ahora, sigue sin aparecer.