Una historia increíble ?Patón? Morillo se hizo conocido por viajar en bici hasta Jujuy y Corrientes. Hoy, en plena cuarentena y tras una serie de temas familiares, emprendió el armado de un vivero en su casa para seguir adelante.
La historia de Leo Morillo está repleta de idas y vueltas, de emociones fuertes, de sueños. Con 41 años, puede decir con la frente en alto que conectó Llavallol con Jujuy y Corrientes en dos viajes en bicicleta y que lleva casi dos décadas siendo el Papá Noel del Hospital Gandulfo. Pero hay más.
Tras haber viajado en dos oportunidades en bici al Norte del país, un incendio en su casa lo hizo regresar y quedarse junto a su madre. En ese contexto, empezó a trabajar como seguridad en un club y un bar de Adrogué hasta que la pandemia hizo de las suyas y lo dejó sin trabajo. “Estuve hasta mediados de mayo sin trabajo y es feo porque estás muy limitado: tenés ganas de tomarte una gaseosa y no tenés plata”, contó. “Al lado de casa estaban haciendo una obra, vi que bajaron materiales así que fui, le pedí una mano para laburar y me dieron trabajo por cuatro días. Con eso compré 50 vasitos de suculentas y vendí todo. Al otro compré más y sumé tierra y plantínes, y así me armé un vivero en casa”, agregó.
“Patón”, como lo conocen todos en su barrio, se autodefine como un “luchador de la vida” y hace gala de eso a cada paso. Cada año, desde hace casi dos décadas, se viste de Papá Noel para visitar las áreas de neonatología, pediatría y maternidad del Hospital y, en el último tiempo, se había sumado a los luchadores ex Titanes en el Ring para participar en acciones benéficas y visitas a los barrios.
“Hago e hice de todo en mi vida. Me defino como un luchador porque también me visto de luchador pero soy un soñador. En el vivero puse una pancarta que dice: ‘Además de plantas, te llevás un amigo’. Y para mí se trata de eso también”, indicó.
En su rol deportivo, recordó esos dos viajes y una serie de detalles particulares que hablan del valor de las ganas por sobre otros aspectos, al menos, en su caso. “Salí de trabajar a las 5.30 de la mañana y a las 7 ya estaba en la ruta con la bici. No podía más del cansancio pero se me dio así y lo hice. Incluso me crucé a un ciclista profesional en Cañuelas, le conté lo que estaba haciendo y viajó conmigo hasta Córdoba. Los camioneros me saludaban: no hice preparación física ni tenía ropa adecuada ni una bicicleta con cambios. Solo me subí y anduve”, señaló.
“Lo lógico sería que no hubiera llegado porque encima paraba a fumar cada 10 kilómetros más o menos. Y en Metán, Salta, me fui por un barranco. Y estuve hospitalizado. Pasaron un montón de cosas pero llegué. Una a Jujuy y otra a Mocoretá, en Corrientes. Si no hubiera pasado un tema familiar, por un par de kilómetros también tocaba Misiones”.