REGIÓN Muchas se quedaron sin su principal fuente de ingreso y se las rebuscan haciendo changas. Otras siguen yendo a limpiar alguna casa o cuidar chicos, pero menos tiempo. Solo el 33% sigue cobrando a pesar de no trabajar, según un estudio de la Universidad Nacional de Lanús y el Conicet.
Gabriela Suárez tiene 50 años. Desde chica se dedica a limpiar casas. Cuando arrancó la cuarentena, se quedó sin trabajo. En parte, culpa de la diabetes y de la hipertensión que la convierten en factor de riesgo, pero también porque su empleadora, para la que trabaja "en negro" desde hace más de una década, le dijo que no vaya más y le dejó de pagar.
Esta vecina de Budge, madre de tres hijos y sostén de familia, forma parte del gran universo del personal de casas particulares que se quedó sin su principal fuente de ingreso durante la cuarentena. Según un informe de la Universidad Nacional de Lanús y el Conicet, solo el 33,1% de ellas recibió su salario a pesar de no poder trabajar con normalidad.
El relevamiento se realizó entre el 13 de abril y el 10 de mayo, a través de una encuesta por redes sociales y WhatsApp que comprendió a unas 635 empleadas. Los resultados son preocupantes y muestran por qué este es uno de los grupos laborales más desprotegidos.
Entre cinco a seis de cada diez empleadas vio empeorada su situación laboral a partir de la implementación del aislamiento social preventivo y obligatorio. "Quiénes más vieron empeorada su situación son aquellas trabajadoras no registradas", precisó el informe.
Cerca del 70% de las trabajadoras del rubro están en negro. El resto mantiene relaciones laborales de distinto tipo: ya sea con contrato fijo por mes o por prestaciones periódicas.
"Decidimos investigar a las trabajadoras de casas particulares porque es una población informalizada y precarizada, y con la pandemia esto se empeora mucho más. La mayor parte no va a trabajar, son pocas las que siguen yendo", aseguró Miriam Wlosko, coordinadora el programa Salud, Subjetividad y Trabajo de la UNLa.
Gabriela, por ejemplo, después de quedarse sin trabajo se la tuvo que rebuscar para tener que generar nuevos ingresos. Ahora cocina para los vecinos de su barrio. "Por ejemplo, hice el trámite de la IFE y me la dieron. Pero los $10 mil mensuales no me alcanzan para pagar los impuestos, comprar comida y todo lo que necesitamos", admitió.
Entre las trabajadoras de casas particulares registradas la situación es algo distinta.
Solo el 3,5% fueron despedidas, al 33% les pagan aunque no vayan a trabajar, al 11% le pagan porque van a trabajar a pesar de la cuarentena, al 13,1% le pagan menos y al 20,2% directamente no le pagan, detalla el informe de la UNLa y el Conicet.
"Es muy impresionante ver la estrategia de los empleadores para no pagar, así como para intentar cambiarlas de categoría para que vayan a limpiar como si fueran de cuidado", contó Wlosko. En el decreto del aislamiento obligatorio, el Poder Ejecutivo dispuso como trabajadores esenciales a las empleadas que trabajan cuidando a otras personas.
Myriam Bota sigue yendo a trabajar, pero menos horas que antes. Tres veces por semana tiene que viajar desde Lonchgamps hasta Belgrano, y "si bien la plata no es mucha", lo hace porque no le queda otra cosa. "El resto de las casas que tenía me las dieron de baja", dice. Si se extiende mucho la cuarentena, teme que no la vuelvan a llamar.
Esa fue uno de los temores principales que se repitió en la encuesta.
El 55% de las trabajadoras que participaron del estudio no tiene ningún otro ingreso extra, mientras que el 32% trabaja en varios hogares, un 8% trabaja sin retiro y el 5% bajo otro tipo de modalidad, precisa el informe.
"Creemos que algo se debería hacer, sobre todo desde las políticas públicas. No es menor exigir que se les pague el sueldo como se hizo hasta ahora, pero también está el problema del control. No se pone ningún tipo de obligación a los empleadores de cumplir con la ley", afirmó Wlo