Mundos personales
“El jazz no es sólo música. Es una forma de vida, una forma de ser, una forma de pensar”, dijo en una oportunidad la gran Nina Simone. La reflexión de la cantante, pianista y compositora fallecida en 1993 no está nada mal y muchos se sentirán identificados con ella.
Quizá por todo lo que representa este género, en noviembre de 2011, durante la Conferencia General de la Unesco la comunidad internacional proclamó el 30 de abril como el Día Internacional del Jazz.
Precisamente, esa jornada reúne a comunidades locales, escuelas, artistas, historiadores, académicos y fans del jazz de todo el mundo para celebrar y aprender sobre el arte del jazz, sus raíces, su futuro y su impacto.
La celebración de esta jornada tiene como objetivo sensibilizar al público en general sobre las virtudes de la música jazz como herramienta educativa y como motor para la paz, la unidad, el diálogo y el refuerzo de la cooperación entre pueblos.
Más allá de este justiciero reconocimiento, el jazz merece su día y más también, porque no “es sólo música”, como dijo Nina.
Casi todos los historiadores coinciden que jazz nació a mediado del siglo XIX en Nueva Orleans, que fue el gran centro de este género por varias décadas. Los “inventores” de este ritmo fueron los esclavos y sus descendientes, que fueron traídos de la costa occidental del África.
Quizás esos sonidos vinieron desde África en la bodega de un barco y terminaron de definirse con otras influencias culturales y raciales ya en América.
El blues, el góspel y los spirituals, entre otros ritmos, también comparten esa raíz negra y el nacimiento en el Sur de los Estados Unidos.
Condenado en sus inicios, al punto de ser considerado diabólico, el jazz ganó una enorme popularidad en las primeras décadas del siglo XX, y fue la gran música bailable y de entretenimiento, mientras se iban creando nuevos focos por fuera de Nueva Orleans.
Además, el género comenzó a conquistar el mundo y en los ’20 llegaron las primeras grandes orquestas estadounidenses a Argentina, generando un furor en la noche porteña.
Ya entrados los ’50, el jazz cambió su curso este viraje generó que fuera dejando de ser un ritmo bailable, la margen que nunca se alejó del todo de las prácticas coreográfica.
El jazz comenzó a meterse en círculos intelectuales y académicos, mientras que se iban expandiendo múltiples subgéneros junto con la irrupción de verdaderas estrellas del género. Te toca en todas partes, con los colores locales incluidos, y también fue una influencia clave para otros estilos que tomaron muchos de sus elementos, incluso la improvisación.
Cada 30 de abril es el Día Internacional de Jazz y no hay por qué dejar de celebra