¡Socorro, los chicos de vacaciones!
Si querida, largué los audios de WhatsApp y de nuevo calcé el teléfono de línea, vos te reís de mí, pero vos también lo mantenés, ¿o a dónde te estoy hablando yo ahora?
Y bueno, sí, lo bueno dura poco, demasiado poco para mi gusto. Encima cuando volvés tenés todo patas para arriba y volver a lidiar con estos dos, dos adolescentes en casa, con este bolonqui, más el calor y los mosquitos.
La cosa es que no paro de lavar ropa, menos mal que es ropa de verano y se seca, pero parece que en esta casa laburo yo sola. Pero me calenté mal y establecí un régimen de trabajo, todos se van a remangar un poco.
A la menor le tocó el sector lavadero, tampoco es la esclavitud, metés la pilcha en el lavarropas, la sacas la colgás, y cuando se seca, se dejás en otro lado. Muy sencillo.
Esta chica tendrá sus cosas medio extrañas, como no comer carne y esas cosas, pero cumple con lo que le pidas. También le pedí que se encargue ella de ordenar su ropa y listo.
Al mayor lo mandé a planchar, así como escuchás, con lo vago que es le agarró la mano enseguida. A la segunda prenda, ya parecía el tintorero de acá la vuelta, casi quema una camisa porque se colgó con otra cosa, pero al menos le puso ganas.
También le encargué a este grandulón que limpie la pile y que corte el pasto, tampoco lo hago trabajar como un algodonero del Mississippi, además con lo que morfa, le sobran fuerzas para estos laburitos.
La nena, aunque parezca mentira, fue a hacer los mandamos, todo cerquita, pero casó el changuito y fue sin chistar.
Parecían como los Boy Scout, siempre listos, dos soldaditos. Incluso me preguntaban qué más hacía falta, algo increíble, hasta salió de ellos hacer algunas cosas.
La verdad que pensé en llamar al médico, la nena en verano se mete con sus lecturas y olvídate de ella, y el otro se la pasa holgazaneando todo el día, panza arriba en la catrera. Pero mostraron la hilacha, después de cumplir con todas las tareas, vino el mangazo, terrible mangazo.
En fin, casi a coro me dijeron si este sábado podían invitar a sus respectivos amigos a casa, para armar como una juntada o como se llame. Incluso me juraron por la Virgen de la Macarena que la solidaridad mostrada no fue por interés o para pedir algo después.
Siempre mi marido les da el OK, pero esta vez fui yo, pero eso sí, les pedí que pinten las paredes del patio y del fondo, como para que esté más lindo para sus amigos.
Con tal de tener su jodita, enseguida agarraron los pinceles y el rodillo, me parece que les voy tomando el tiempo. ¿Qué te quemé la cabeza?, bueno, bancátela, para eso sos mi am