La Unión | LOMAS

Tomás Otero, el óptico lomense que ayuda a los vecinos desde su profesión

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Les confecciona anteojos a los internos del Cottolengo de Don Orione,

a chicos de escuelas especiales y trabaja en conjunto con una ONG.

Tomas Otero llegó a Argentina a los 11 años. Dejó atrás su querida Galicia por escapar junto a su familia de la Guerra Civil española. Por necesidad tuvo que empezar a trabajar y uno de sus primeros puestos fue en una óptica, a sus 13 años, donde conoció una profesión que le permitió ayudar con el paso del tiempo a cientos de vecinos.

Don Otero, como lo llaman en Lomas, puso un pie en el puerto de Buenos Aires el 18 de enero de 1952 y desde ahí se fue a vivir a Burzaco. Empezó a trabajar en una joyería y luego en una panadería. “En esa época los únicos privilegiados éramos los niños para muchas cosas, pero teníamos las necesidades de los inmigrantes. Yo iba a la escuela y salía de ahí y me iba a trabajar”, recuerda.

A su papá le salió un trabajo en una fábrica de San Justo y se mudaron para allá. Un día, al salir del Hospital de Clínicas por una afección en la garganta, vio un cartel en una óptica: “se necesita chico”. Al otro día empezó a trabajar ahí y arrancaba sin saber un camino solidario que mantiene hasta ahora.

“Tenía 13 años. Empecé como cadete, trabajaba y estudiaba. No sabía nada, aprendí primero de oficio y luego estudié. En esa óptica estuve cuatro años hasta que me mudé a Lomas, y a través de la Parroquia del Carmen tuve contacto con Vicente Lizarralde. Yo me estaba por recibir de óptico. Él me tomó un examen, tuvimos una entrevista en un bar. Trabajé ahí 17 años”, remarca Otero.

Luego de esa experiencia comenzó su camino propio, con la Óptica Otero, en Almirante Brown 2111, Lomas, que abrió sus puertas por primera vez el 5 de febrero de 1974: el año que viene cumple 45 años. Desde allí ayuda a los vecinos que no pueden comprar sus anteojos, pero que los necesitan para tener una mejor calidad de vida.

“Con el Cottolengo Don Orione, en Claypole, tenemos un contrato espiritual de hace 44 años. A los internos no se les cobró nunca desde que abrimos el local ni se les cobrará”, comenta. Y agrega: “Los anteojos los hacemos con cariño”.

Pero ésa no es la única ayuda solidaria, también colaboran con las escuelas públicas de educación especial. Los alumnos tienen los anteojos sin cargo en la óptica, sólo deben llevar una nota que acredite que son alumnos de la escuela.

Y, por otra parte, trabaja en conjunto desde hace 20 años con la ONG de Llavallol “Por una sonrisa”, integrada por más de 100 mujeres que van a las escuelas carenciadas, les llevan útiles y también relevan las necesidades. “Ellas reciben la receta de anteojos, visitan a la familia, trabajan con los asistentes sociales para verificar la necesidad. Entonces la ONG paga el cristal y nosotros el marco”, resumió Tomás, quien afirma hacer su actividad apostólica desde el mostrador.

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