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Monseñor Schell, el cura que dejó su huella en Lomas

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Nacido en Alemania, se convirtió en un gran padre de pueblo. Cumplió su misión sacerdotal en el Distrito durante más de cuatro décadas.

En Lomas,  la figura del cura, del párroco, tiene una fuerte impronta. Y la figura de monseñor Alejandro Schell sigue presente.

Desde sus inicios como comunidad organizada, Lomas tuvo una interacción obligada con la Iglesia Católica. Desde la primera urbanización en la plaza central, el Templo, hoy la Catedral Nuestra Señora de la Paz, fue punto de referencia para todos los vecinos. Con los años, muchos sacerdotes tuvieron activa participación en la vida pueblerina, desde su lógica misión pastoral hasta la simple identificación como un vecino más.

Quizá el mejor ejemplo para resumir esta introducción es el caso de un gran hombre que pasó por nuestra diócesis: monseñor Alejandro Schell. Nació el 9 de octubre de 1897 en Alemania. Ordenado sacerdote en 1922, desempeñó su función ministerial en San Isidro y en Villa Ballester, hasta llegar a Lomas en 1931 para ser el párroco de Nuestro Señora de la Paz.

Cuando en 1957 se creó la diócesis de Lomas, el entonces padre Schell, que había trabajado mucho para la recepción

del obispo Filemón Castellano, no se imaginaba lo que Dios tenía preparado para él. Luego de actuar como Vicario General, como el segundo de la jerarquía eclesiástica a nivel diocesano, fue su sucesor cuando monseñor Castellano se enfermó y debió renunciar a los pocos días de haber iniciado su trabajo pastoral.

Así, en 1958, designado por Pío XII, se transformó en el segundo Pastor de la Iglesia diocesana. Dado el poco tiempo que monseñor Castellano estuvo al frente de la diócesis, al obispo Schell le tocó la tarea de organizar la nueva diócesis, entonces conformada por los partidos de Lanús, Cañuelas, Almirante Brown, Esteban Echeverría, San Vicente y Lomas de Zamora.

Su nombramiento lo hizo monseñor Alberti, arzobispo de La Plata, y desde entonces las calles de Lomas lo vieron

transitar con su paso cansino y su imagen robusta, con un semblante bonachón donde se destacaba su mirada de

ojos celestes. Su pelo rubio y lacio constituía una típica fisonomía de la raza germana. No fue un cura de campaña como lo fue el cordobés José Gabriel Brochero, pero sí en la época de su llegada a nuestra Iglesia reunía esas cualidades que hicieron de él un gran cura de pueblo, porque entonces todavía Lomas conservaba las condiciones de Pago Chico. Esto resumía, como máximos referentes de la comunidad, en el intendente, el comisario, el boticario y el cura.

Lomas, en su crecimiento sostenido y desmesurado como tantos otros lugares del actual conglomerado urbano del Gran Buenos Aires, lo vio al padre Alejandro Schell durante 41 años en el ejercicio de misión sacerdotal. Así supo rendirle sus mejores homenajes a raíz de su nombramiento como vicario general, posteriormente como obispo

adjunto y finalmente como diocesano de la Catedral Nuestra Señora de la Paz.

Hoy, el reconocimiento ciudadano está en el homenaje que el Concejo Deliberante local dispuso a poco de su muerte, en 1972, al darle su nombre a una calle del partido, en Lomas Este. El padre Alejandro fue sin dudas el principal referente para impartir el consejo del buen pastor.

POR SERGIO LAPE

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