Los muros de la vergüenza

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POR Micaela Gómez

Qué ironía que para terminar con los problemas, a los gobernantes en pleno año 2017, sólo se les ocurra poner más muros. Fronteras físicas que sigan sumándose a las de los mapas -trazadas a capricho de vaya a saber quién- y de las legales, con todas las trabas burocráticas que poseen los millones de viajeros para acceder a uno u otro país. A veces pienso que es triste que la gente se vea obligada a vivir dentro de los márgenes en los que nació, de que se coarten las posibilidad de muchos de perseguir sus sueños, de vivir como y donde desean. Uno es de una nacionalidad por nacimiento pero, ¿por qué no puede ser de otra por pasión o necesidad? ¿No está prácticamente toda historia nacional compuesta por inmigrantes? ¿Por qué por entonces eran bien vistos y ahora no? Proteger la integridad de los pueblos parece ser mucho más importante que el bienestar común de las personas. Estados Unidos no es el primero, y lamentablemente quizá no sea el último, en levantar un muro en la frontera con un país limítrofe para impedir la inmigración. Existen otros históricos muros que se erigen en todo el mundo. El de Ceuta y Melilla, en España, no deja de ser uno de los más crueles que existe. Lejos de bastar con el estrecho de Gibraltar como una barrera natural, en 1996 se erigió esta nueva barrera, que está formada por dos vallas de seis metros de altura, con un tendido de alambres tridimensional y a la que, al no ser suficiente para parar la inmigración africana, incluyeron cuchillas.

Las llamadas 99 líneas o muros de la paz que se encuentran en la capital de Belfast, Irlanda del Norte, también son un claro ejemplo de segregación. Comenzaron su construcción hace más de 40 años para evitar la violencia entre católicos y protestantes, y aún hoy sirven como pretexto de seguridad contra los foráneos. La lista puede ampliarse a decenas de barreras creadas por gobiernos y aceptadas por gran parte de la población de dichos países, quienes creían que la solución a los problemas locales era del exterior. No obstante, en ninguno de los casos han conseguido el objetivo. Creadas entre países o dentro de una misma nación, lejos de buscar soluciones diplomáticas y que ataquen de raíz los problemas a nivel global, los muros y barreras continúan siendo tendencia. Pasó en 1961 en Berlín y se repite periódicamente a lo largo y ancho de todo el Mundo.

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