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En "Imágenes apuntadas", Longoni muestra sus fotos icónicas

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Eduardo Longoni es responsable, junto a un grupo de reporteros que trabajaron durante la dictadura miitar, de algunas de las fotos más emblemáticas de aquella época, imágenes centrales de la realidad social y política argentinas.

En el libro "Imágenes apuntadas" el fotoperiodista Eduardo Longoni repasa 35 años de historia argentina reciente y su oficio de reportero gráfico a través de 38 imágenes que acompaña con textos y anécdotas que completan cada cuadro.

El libro, publicado por Planeta, es "la historia de un aprendizaje", el del poder de la imagen y de la palabra, según dice a Télam Eduardo Longoni, fotógrafo nacido hace 58 años en Buenos Aires, y responsable junto a un grupo de reporteros que trabajaron durante la dictadura miitar de algunas de las fotos más emblemáticas de aquella época, imágenes centrales de la realidad social y política argentinas.

En estas páginas se ven represiones policiales cruentas, la miseria de los inundados, Malvinas. Jorge Videla comulgando en el quinto aniversario del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. Diego Maradona marcando el primer gol a los ingleses, con la mano. Está la primera marcha por el atentado a la AMIA en 1994, que se realizó mientras los bomberos aún removían escombros buscando sobrevivientes. El caos de 2001 (20 años después una Madre con pañuelo blanco rodeada de gases en Plaza de Mayo). La última foto es de Estela de Carlotto junto a Guido, el nieto recuperado 114. Su nieto.

Y también están los dos guerrilleros del MTP rindiéndose luego del asalto al cuartel de La Tablada, en 1989, los primeros desaparecidos de la democracia. La foto la usaron los familiares en el juicio para mostrar la última vez que se los vio vivos.

Longoni estudió tres años de Historia en la Universidad de Buenos Aires (UBA), trabajó en la agencia Noticias Argentinas (NA), en el diario Clarín, armó su agencia EPD/Photo, publicó ensayos y enseña fotografía documental. El próximo sábado a las 16 estará en la Sala Victoria Ocampo del Pabellón Blanco de La Rural presentando este trabajo, en el marco de la 43° Feria del Libro de Buenos Aires.

En la memoria que abre el libro -junto a la primera imagen, la del atentado montonero de 1979 contra el secretario de Hacienda de la dictadura, Juan Alemann-, Longoni bromea con que fue su tí­a Clara y la idea de pasar la aspiradora todas las mañanas bajo su cama lo que lo impulsó a la fotografí­a.

"Tení­a 20 años, querí­a estudiar e irme de la casa de mis viejos. Como había hecho un curso, me propuse como fotógrafo en algunos medios y fue en Noticias Argentinas (NA) donde me tomaron, luego de un bautismo de fuego más real que metafórico", explica sobre su primer contacto con el periodismo gráfico y, a su vez, la primera foto que tomó: el Torino blanco del vice de Martínez de Hoz, baleado por montoneros.

- Télam: ¿Cómo fue su primer contacto con la fotografía?

- Eduardo Longoni: En el Nacional Buenos Aires hací­amos una revista clandestina en dictadura, "La voz de la popu": unos pocos ejemplares que se pasaban de un lector a otro que no lograban buenas imágenes. Decidimos que alguno debí­a tomar un curso de foto y salí sorteado. Compramos máquina, ampliadora, líquidos, papel y empecé a hacer las copias que pagábamos una a una con Plasticola en cada ejemplar. Lo que pasó después es que me enamoré del fotoperiodismo. Estaba cursando Historia en la Facultad pero abandoné, creo que dejé de estudiar documentos históricos para empezar a hacerlos con la cámara.

- T: ¿Cómo definirí­a su búsqueda dentro del periodismo gráfico?

- E.L.: Me interesa mucho la historia argentina y desde ahí miro todo, ese bagaje me permite entender lo que pasa, centrar la imagen, buscarle un marco. Por eso miro con cierta extrañeza a quienes van de guerra en guerra y su capacidad de entender lo que fotografí­an, lo que miran. Cómo no confundir las implicancias de cada conflicto.

- T: ¿Cómo armó este libro?

- E.L.: Hice una columna vertebral con las fotos que no podí­an faltar: íconos de la dictadura; primeros años de la democracia, cuando sentí­a que aún no estaba afianzada; y emblemas como 'La mano de dios', de Maradona en el 86 contra Inglaterra. Ese cuerpo central abre con la foto de Alemann, que no está en ningún otro libro, porque fue mi primera foto periodí­stica y lleva el ADN de lo que hice después: documentar la violencia polí­tica y social en el país.

- T: El libro parece funcionar como un manual, como si el autor contara lo que buscaba de joven en los libros de fotógrafos que admiraba.

- E.L.: Cuando yo me formé, lo único y más parecido a una escuela era Fotoclub Buenos Aires y eso era lo máximo a lo que podí­as aspirar. Aprendí­ el trabajo a los ponchazos, gracias a colegas y libros como el de Henri Cartier-Bresson que educaron mi mirada. Lo que escribo es lo que querrí­a haber leí­do de joven: cómo cuidarme en las barricadas, eso de que siempre un colega sepa dónde estás, nunca mandarte solo. O qué pasaba con el miedo: una especie de fiebre que me permití­a detectar hasta dónde llegar.

- T: Esas anécdotas repasan desde la cuestión técnica a lecturas crí­tico-simbólicas como la de la espera en la Catedral para registrar a Videla rezando aprovechando el fondo (un niño comulgando) y el contexto.

- E.L.: Esa lectura es central. Es fundamental tener claro el tema para que la cámara sirva como herramienta de documentación y opinión a la vez; el fotógrafo es cronista en tanto tenga algo para documentar desde su propio recorte de la realidad. Durante la dictadura y los años posteriores, cuando creí­a fuertemente que la democracia estaba amenazada, yo usé la cámara para denunciar y protestar. Después me sirvió para seguir mis obsesiones, como espejo.

- T: ¿Cómo se vive el oficio hoy?

- E.L.: Los medios están llenos de fotos de aficionados, es un sí­ntoma de los tiempos. Debemos discutir qué hacemos con algo que parece inevitable: todos tienen celulares pero sigue habiendo historias importantes que contar. Ahí­ se inscriben trabajos como los de Pablo Piovano, que mostró el impacto letal de los agroquí­micos en el cuerpo humano enfrentando a Monsanto. Eugenia Cerutti, que investigó tres años los casos de cáncer entre vecinos de Ezpeleta sometidos a la radiación de un transformador eléctrico. O de Pablo Toranzo, que convivió ocho meses con presos de la cárcel tucumana de Villa Urquiza, documentando las condiciones infrahumanas de encierro. Las nuevas tecnologí­as prescinden de la mano de obra de los fotógrafos y sobre eso debemos discutir. El pasaje de lo analógico a lo digital cambió todo un lenguaje y lo hizo de una manera profunda y revolucionaria que aún hoy somos incapaces de analizar.

- T: ¿El fotoperiodismo es un oficio o una profesión?

- EL: Me gusta decir oficio porque siento que remite a algo más artesanal. El profesionalismo me da la sensación de que está todo cortado por la misma tijera, aunque no termine siendo así­. El artesano le pone su sello a lo que hace y a mi­ siempre me interesó descubrirlo.

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