El Carnaval en Lomas, una fiesta tradicional con mucha historia, por Sergio Lapegüe

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Hola, amigos de La Unión. Se imaginarán que, aunque ustedes me lean hoy, estas notas las suelo escribir unos días antes. Es martes en Banfield, mi barrio. Y también es feriado de Carnaval.

Mientras pienso estas líneas, sentado tomando unos mates en el parque de mi casa, escucho de fondo a los hijos de mis vecinos disfrutando del sol y las últimas semanas de descanso antes de volver al colegio.

Están jugando con bombuchas de agua. Ese es el espíritu del Carnaval, que después de décadas sigue vigente como una de las grandes celebraciones de nuestro pueblo.

Es que en Lomas de Zamora, al igual que en el resto de las grandes ciudades argentinas, las fiestas típicas tienen una rica historia en nuestro distrito. ¿Me acompañan a repasarla?

Si bien en Lomas el Carnaval se viene festejando desde los inicios del Partido, fue durante las décadas del 30 y del 40 del siglo pasado cuando vivió su verdadero esplendor. En aquellos años, nuestros corsos habían ganado fama en la región y eran una atracción espectacular para gente de todas las edades que buscaba un lugar para escuchar música, disfrazarse y ver los coloridos desfiles.

Los mismos arrancaban entonces en la estación de trenes, avanzando por la calle Laprida hasta Necochea (actual Hipólito Yrigoyen), luego doblando por Gorriti para tomar la otra mano y seguir otra vez por la avenida hasta Portela.

Los palcos estaban instalados en el medio de la calle y eran ocupados en su mayoría por las familias lomenses más acomodadas. A pesar del calor, todos andaban muy elegantes y arriesgaban sus trajes por los pomos y las serpentinas que los demás vecinos tiraban desde las veredas y los carruajes.

Las máscaras, murgas y comparsas llamaban la atención por su increíble despliegue. Muchas veces respondían a significados regionales, ya sea por el lugar de nacimiento de sus integrantes o como un reconocimiento hacia ese terruño que homenajeaban con trajes, cantos y música.

Se recuerda especialmente a los “Hijos de don Giacumín”, formada por descendientes de italianos. También brillaba “Que salga el toro”, cuyos integrantes vestían de torero; o la que llevaba por nombre “Los culinarios”, que imitaba con su vestimenta de los cocineros típicos, con grandes gorros blancos y sus delantales inmaculados.

Pero la mayor atracción del corso local eran las carrozas: los coches de plaza con capota baja eran los más aplaudidos, ya que permitían formar cadenas de serpentinas entre dos que se seguían, uno detrás del otro. Luego de los corsos, los que todavía seguían con energía se iban a bailar a los salones ubicados en el cine Español, en el Estrella de Banfield o en el club Los Andes. ¡Una fiesta total!

 

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